Algunas veces no nos percatamos que poner nuestra relación al conocimiento de otros implica, muchas veces, que otras personas externas puedan elaborar juicios de valor acerca de cómo estamos llevando nuestra vida sentimental. Esto viene ser peor cuando no sabemos discernir al momento de separar entre aquellas opiniones que vale la pena atender y las que, por otro lado, conviene ignorar por completo.
Esta carencia nos lleva a ser víctimas de un error muy perjudicial: escuchar las malas experiencias de los demás y creer, como ellos, que son un reflejo de las nuestras.
El filósofo griego Epicteto solía decir que el problema no eran realmente los eventos que nos sucedían, sino lo que decidíamos pensar de lo que nos había sucedido. Suele pasar que incluso aquellos que reconocemos como consejeros idóneos en más de un ámbito de vida, pueden resultar una mala alternativa al momento de pedir opinión sobre nuestra vida amorosa, pues comentan según sus propias experiencias que no sabemos si fueron buenas y malas en su mayoría.
Raj Raghunathan, profesor de la Universidad de Texas, señala cinco características que usualmente comparten los consejos u opiniones de las personas negativas:
- Que van encaminados a juzgar a los demás, incluso sin conocer la causa o motivo de los actos que critican.
- Que dan cuerpo a una rotunda desesperanza y propician la creencia en un “futuro incierto” o completamente desolado.
- Que muestran aversión al riesgo, es decir, un arraigo poco saludable al presente perfecto y una negación a intentar cosas nuevas por miedo a la apertura emocional y el fracaso.
- Que exhiben una necesidad inminente por ejercer control sobre la conducta de los demás: lo que deben y no deben hacer, con quién deben o no estar… Se trata de un intento por gobernar las decisiones ajenas mucho más que aportar una crítica constructiva manteniendo el respeto a la libre elección.
Es importante saber distinguir entre aquel grupo de personas que indudablemente conviene escuchar porque contribuyen con toda intención a nuestro bienestar personal, y a aquellos con quienes favorece más hacer oídos sordos con el fin de resguardar nuestra paz interior y mejorar el ambiente con nuestra pareja.
Evitar recurrir al consejo de quienes han declarado “ya no creer en el amor”.El método más eficaz para evitar ser contagiados por el pesimismo, es aprender a decidir con mayor acierto a quién dirigirnos en busca de palabras sabias y no permitir, como bien dijera alguna vez Mahatma Gandhi, que nadie vague por nuestra mente con los pies sucios.
Fuente: elartedesabervivir.com