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No puedes caerle bien a todas las personas: aprendé a que no te importe.

Posted on September 26, 2019 by admin

Uno de los libros más famosos en los últimos años en Japón  junta  las conversaciones entre un joven insatisfecho y un filósofo que le enseña, entre otros aspectos, la habilidad de no agradar a las demás personas.

El docente  es Ichiro Kishimi, experto  en filosofía occidental y traductor de Alfred Adler, uno de los tres grandes de la psicología junto a Freud y Jung. Y es justamente  el pensamiento de Adler lo que articula la conversación con el joven Fumitake Koga sobre cómo emanciparse de la crítica ajena sin sentirse por eso  un marginado.

El dialogo  socrático que establecen  a lo largo de las más de 260 páginas parte de este pensamiento central: todos los problemas tienen que ver con las relaciones interpersonales. En palabras del propio Adler, “si uno quiere liberarse de sus problemas, lo único que puede hacer es vivir solo en el universo”. Dado que eso es difícil, al relacionarnos con otras personas sufrimos por alguno de estos motivos:

  • Percibimos  un complejo de inferioridad respecto a aquellas personas que  han “conseguido más” que nosotros mismos.
  • Nos sentimos  injustamente tratados por seres humanos  a las que amamos o ayudamos y no nos retribuyen  como esperamos.
  • Tratamos  agobiadamente  complacer a los otros  para recibir  su aprobación.

Este último aspecto  se ha vuelto  una total y gran  adicción generalizada. Podemos obsérvalo  detalladamente  en las redes sociales, donde subimos  una publicaciones  esperando obtener  la aprobación de las demás personas en forma de likes y comentarios. Cuando una foto o una reflexión fundamental  para nosotros tienen  muy poco  feedback, podemos terminar  sintiéndonos  ignorados. También en las relaciones analógicas, múltiples  problemas interpersonales tienen el mismo desarrollo: no poseemos  del otro lo que pensamos  merecer.

Si la otra persona me da las  gracias, si reconoce  mi trabajo, si corresponde a mi favor con una acción de amabilidad, entonces me sentiré totalmente reconocido. Si eso no pasa, lo tomare  como si yo no hubiera hecho nada, como si no existiera para el otro sujeto.

Este panorama  es un increíble y poderoso  creador  de muchos problemas, ya que las relaciones nunca son completamente  simétricas. Existe  individuos  que gozan  otorgando  y otras que transmiten la impresión, aunque no sea verdad, de que no desean  recibir nada. Eso ocasiona  muchos malentendidos, agregando  al hecho de que cada sujeto  posee  una manera  diferente  de transmitir  su amor y gratitud.

Todas las alternativas  son adecuadas, siempre que nos libremos  de la ansiedad de encontrar  una compensación inmediata y equitativa, como en un comercio en el que hay que cobrar de manera ya  lo que se entrega.

Ya que, más allá de las distintas  formas  de transmitir  afecto, nos hallaremos  a seres humanos  que directamente no nos comprenden  o incluso no nos aprecian.  La libertad real incluye que no nos interese  caer mal a algunos individuos ya que  estadísticamente es un hecho que no podemos gustar a todas las personas. Dejar de preocuparnos por lo que los otros  piensen de uno, esencialmente  los que no nos comprenden, es el sendero hacia la serenidad.

“Cuando deseamos tan intensamente que nos reconozcan, vivimos para satisfacer las expectativas de otros”, menciona   Ichiro Kishimi, con lo cual ya no somos totalmente  libres. Dejar de exigir contrapartidas y dejarnos  vivir a nuestro modo, brindándonos  incluso el derecho de caer mal, nos procurará libertad, tranquilidad  mental y, al final, mejores relaciones con los otros.

No lo agarres tan personal

En Los 4 acuerdos, el famoso  ensayo publicado en 1998 por Miguel Ruiz, la segunda ley menciona: “No te tomes nada personalmente”. El médico mexicano establece  que para mantener el balance  emocional y mental no hay que entregar  importancia a lo que ocurre  a nuestro alrededor, ya que “cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes ofendido y reaccionas defendiendo tus creencias y creando conflictos. Haces una montaña de un grano de arena”.

Las personas que  van por ahí tomándoselo todo personalmente observan  enemigos por todos lados y nunca pueden estar realmente  serenos, ya que siempre tienen algo  pendiente  que circulan por su mente, ocasionándoles  sufrimiento.

Según Miguel Ruiz, nada de lo que realicen  o argumenten  otras personas debería provocarnos  daño si se asume el siguiente axioma: “Nunca eres responsable de los actos de los demás; solo eres responsable de ti mismo”.

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