¿Qué es lo que define que alguien sea tu familia?
¿Lazos de sangre? ¿Apellidos? ¿Documentos?
Qué tontería. Para mí, la familia se determina en momentos donde el apoyo incondicional, las críticas en pro de la mejora de uno mismo y los momentos de mayor felicidad, se dan entre dos o más personas.
Por eso, tú eres mi hermana. No eres solo una amiga más.
Por eso, contigo sé que no tengo que tener el mismo apellido, para considerarte mi familia.
Tampoco la misma sangre o que un juez dictamine por medio de un pedazo de papel, que tú, eres más que una simple amiga.
Y es que todos tenemos a alguien, a quien, el decirle “amiga”, le queda corto. No es suficiente ese adjetivo calificativo para definir lo que eres.
No hay manera en que tus consejos en mis peores momentos y tu compañía en mis más grandes victorias, sean definidas por una amistad y nada más.
No, siento que esos regaños que me das cada vez que me enamoro como idiota y pierdo el rumbo de mi vida, son propios de una hermana, mayor o menor, pero, en fin, una hermana que sabe lo que es bueno para mí.
Porque, no todos los días consigues a alguien que de verdad se tome, al menos 5 minutos de su tiempo, para tratar de darte un llamado de atención, como signo de preocupación por las estupideces que haces en nombre del amor y otras cosas.
Porque, esa cualidad que tienen ciertas personas de conectarse contigo casi que, de manera telepática, y puedan saber en qué piensas antes de decirlo, es digno de llamarlo un acto de familia.
Porque, esa virtud tuya de compaginar con mi sentido del humor, mis gustos y deseos, de manera tan fácil, deben tener un título más grande que el de “amistad”.
Por eso, no puedo llamarte, amiga y nada más.
Por eso, y muchas cosas más, siento que eres parte de mi familia, siento que eres mi gran hermana.