No tiene más razón el que alza la voz, sino el que con hechos y argumentos válidos comprueba su verdad. La persona que alza el tono de voz se cree dueño de la verdad, pero sencillamente esta clase de personas son esclavos de su falta de carácter que con sus sentimientos encendidos lo arrastran por doquier.

Si verdaderamente deseas que las personas te oigan, para de gritar, los gritos solo ocasionan que la otra persona entienda lo opuesto al mensaje que le quieres transmitir. Los seres humanos que más tienen que expresar saben dónde y cómo hacerlo de la mejor manera.
Cuando quieres transmitirle una información a otra persona, es algo que no debes hacerlo a la fuerza, más bien al contrario, el tesoro es para los reyes. Es decir, quien verdaderamente conoce de algo no se ofusca en tratar de explicarlo, presenta tu conocimiento y si la otra persona lo ignora o lo desecha, sencillamente déjalo así.

Comprende algo que es totalmente importante: No tienes que demostrarle a nadie si tienes o no tienes la razón, aunque pienses que consiste de defender la verdad solo estarías defiendo tu propia arrogancia.
Procura elaborar argumentos completamente limpios, certeros y bien cimentados con mucha serenidad, trata siempre de mantenerte abierto a otros argumentos, porque si quien debate es comprendido tal vez le persuadas y pueda observar las cosas fácilmente desde tu panorama.