Que no le vengan con cuentos a quien sabe de historias, que se olviden de los chismes; que no inventen si no saben; si no vieron, que no comenten; si no han escuchado, que no hablen. Malo es que lo que no han visto los ojos lo invente la boca pero, desgraciadamente, aún quedan personas que tienen mucho que aprender.
Hay quienes inventan historia desagradables, solo para quedarse con el beneficio a su favor, o hasta simplemente lo hacen por diversión. El chisme cicatero está por todos lados, ese chisme que denigra a la persona. ¿Por qué? Porque hieren a quien lo dice, a quien lo escucha y a la persona de la que se habla.
“Cuando escuches chismes o cuentos sobre ti o sobre otra persona, vuelta alto. No entres en el juego ni abones el terreno porque quien quiere hacer daño, solo lo consigue si obtiene de nosotros el crédito y la atención.”
Los chismes solo tienen un poder: la atención de quien los escucha
En una ocasión Calorina Herrera dijo que si algo no nos agrada podemos quitarle el único poder que tiene: nuestra atención. Realmente no hay nada que pueda manejarnos si nosotros no le damos crédito prestándole nuestro interés.
Mantenernos alejados de los chismes nos sirve para, primeramente, mantener una actitud saludable ante nuestras relaciones, nuestra salud y nuestro autoconcepto. Porque cuando hacemos oídos de lo que los demás van hablando, de alguna manera estamos permitiendo que penetre en nuestra mente.
Esto se va sedimentando y acaba destruyendo el orden personal y mental que vamos ganando a través de la sinceridad, del respeto, de la humildad, de la generosidad y de la honradez. Como consecuencia acabamos formando una especie de “cálculos emocionales y sociales” que generan en nosotros cólicos y conflictos relacionales.
Por eso es positivo no permitir que nadie nos cuente cuentos o historias que distorsionen nuestra realidad y empeoren la manera en la que nos manejamos con lo que pensamos, sentimos y hacemos tanto respecto a nosotros mismos como a los demás.
Les dejo una pequeña historia para reflexionar:
El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice:
-Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…
-¡Espera! -le interrumpe el filósofo-. ¿Hiciste pasar por los tres filtros lo que vas a contarme?.
–¿Los tres filtros? -preguntó su discípulo.
-Sí, el primero es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
-No. Lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por el segundo filtro, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
-No, en realidad no. Al contrario…
-¡Ah, vaya! El último filtro es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
-A decir verdad, no.
-Entonces -dijo el sabio sonriendo-, si no es verdad, ni bueno ni necesario, sepultémoslo en el olvido”
Fuente: La mente es maravillosa