No todos los son felices, hay finales que nos dejan muchas tristezas, finales que nos dejan aprendizajes, que nos hacen crecer, pero definitivamente los finales que más duelen son aquellos que no dejan cabida a la explicación. Ese final que es egoísta y doloroso; en el que el silencio es la última palabra y tu imaginación la única conocedora de una explicación.
Cuando llega la despedida, necesitamos verla, escucharla y sentirla para creerla, y más que todo, necesitamos entenderla. Y es el ¿por qué? la pregunta cuya respuesta buscamos sin cesar, convirtiéndola en la única salida, en el único camino posible para seguir avanzando sin mirar atrás.
Hay personas que son capaces de matarte con sus silencios, te dejan si un adiós, ni siquiera un “lo siento, ya no te amo” o “no fuiste lo que esperaba”, o simplemente un esto ya no puede continuar. Acaso tan difícil es decir “he sido feliz”, pero se acabo.
Todos sabemos que todo principio tiene un final, que es algo que debemos aprender asimilar, pero nadie merece un final así, lleno de silencios. Una“despedida sin explicar por qué” es una actitud egoísta y poco valiente, quizá fundamentada en el temor de no poder afrontar la realidad.
El hecho de que no te den una explicación da lugar a “llenar esa incertidumbre” con pensamientos y diálogos internos que a la larga lo único que logran es hacernos daño. No hagamos caso a nuestro ego que nos pide siempre una respuesta, el querer controlar todo, el querer forzosamente una explicación.En este caso es mejor preguntarse ¿qué tengo que aprender de esto? Que hay veces que las cosas pasan y que no necesitamos saber por qué. Y aunque duele mucho con el tiempo te das cuenta que si alguien no tuvo el valor de darnos un “¿por qué?”, fue mejor que se marchara antes de incluirlo en proyectos más grande de nuestra vida en donde la falta de valor no tienen cabida.
Y aunque no hay adiós más triste que el que no se dice, ni se explica, ni se entiende, la verdad es que el más triste de todos es el que no queremos ver. Nunca es buen momento para decir adiós, pero siempre, es necesario.
“Cuando decimos y aceptamos el adiós, cerramos una puerta para abrir otra que permitirá la entrada a otras cosas positivas en nuestras vidas.”
Fuente: Rincón del Tibet