En realidad, nunca me senté a buscar a la persona perfecta.
De hecho, cuando te conocí, tus defectos no me afectaron.
Porque tu carisma y bondad opacaba todo lo malo que había en ti.
Porque tu manera de expresarte era única.
Porque incluso, había cierto encanto en esos defectos.

Supongo que todos conocemos en algún momento, a alguien digno o digna de un altar, casi como si se tratase de una divinidad a la cual provoca prenderle una vela, rezarle todos los días y suplicar que el día de mañana, baje a la tierra y haga de tu día algo inolvidable.
Porque sí, dejemos de lado el orgullo y aceptemos que hay personas que no parecen de este mundo, porque no se parecen en nada a lo que una vez conociste.
Aceptemos que esos amores son los mejores, e incluso, si acaban de forma fatídica, sus recuerdos quizá sean los más dichosos.

Por eso, me siento grato por haber conseguido a alguien perfecta con defectos, dentro de todo lo irónico que supone esa frase.
Por eso, sí creo que hay seres que con su luz te dejan ciegos y hacen que sus virtudes les envuelvan por completos.
Sí creo en ello y aun considero, que no existe pareja perfecta, porque dicha perfección solo se ve desde los ojos del enamorado, pero desde afuera, eso es otra historia.
A los ojos ajenos, quizá, resulta el extremo opuesto de lo perfecto…
Y no, no diré que es por envidia que lo ven de ese modo, solo diré que es porque quizá, ellos no están enamorados de ti. Y a veces, solo a veces, le prestaría mis ojos a quienes se atreven a criticarnos para que se den cuenta, porque para mí, tus defectos no te afectan.