Ayer te ví de nuevo, en el rincón aquel, solitaria, alejada de todos, como si te hubieras enemistado con el mundo. En tu rincón, únicamente un pobre candelabro iluminaba tu rostro y, por un instante, te aprecié distinta, de una manera que jamás lo había hecho.
Llorabas por él, lo sé. Desde que se fue de tu vida, pareciera como si no existiese un mañana. El invierno se ha vuelto habitante típico en tu interior y mi presencia ya no ejerce ninguna influencia en ti. Te sientes desolada.
Amiga mía, ¿Por qué te sientes desolada por un hombre que nunca te quiso? Sabes que tienes todos los máximos dotes que la providencia puede entregarle a mujer alguna. Tus caderas pronunciadas y tu busto abundante son un delirio para los que te rodean, y tu sensibilidad y tu ternura no tienen comparación en este mundo de interés y desidia. Si lo tienes todo para sentirte autosuficiente, ¿Por qué lloras?
No permitas que se apague la flor que se abre en tu pecho. Tu ternura es el regalo más hermoso que el cosmos te ha dado y nada ni nadie lo puede apagar. Canallas hay muchos en esta existencia, sí, y quizás este no será el último que te toque conocer, pero no es opción rendirnos por ellos.
Anímate a creer y a ver más allá, porque eres una mujer sin igual. Tarde o temprano, cuando menos lo imagines, otro hombre vendrá a tu vida y las rosas florecerán y la primavera hará aparición en tu vida: renacerás, serás una mujer nueva.
No te hundas por lo que sucede, todo tiene su final feliz. Porque las mujeres buenas no apagamos nuestra luz por un mal amor del pasado, y el presente siempre nos permite recordar, una vez más, lo mucho que valemos y de lo que somos capaces.