Por más que se intente, nada en la vida es perfecto, todo tiene virtudes y defectos, altos y bajos, momentos buenos y malos, felicidad y tristeza. Pero, como se dice: “Para beber agua limpia, hay que dejarla correr”, solo dejar que fluya, sin interferir en su cauce.

Y así mismo sucede en la vida, hay que dejar que las cosas fluyan, que ocurran siempre y cuando su cauce se los permita, está bien tratar de priorizar un poco y querer que todo lleve un poco de control, pero no excederse. No obsesionarse con que todo tiene que ser perfecto, presionarnos y atormentarnos con eso.
Los errores existen por naturaleza, y debe ser así, porque de no ser así no se aprendería absolutamente nada en la vida. Y la vida, para ser vivida, tiene que pasar de todo, de ser lo contario, estaríamos en otro plano, muy alejado del vivir, del sentir, y del aprender.
Y es que, al igual que los lápices, nuestra vida también tiene un borrador, que, a pesar de no eliminar por completo la huella o cicatriz, nos permite ser aún mejor, y eso es lo realmente bueno. Equivocarse, aprender, corregir, y seguir adelante.

Aprender de eso que sucedió y ya, no aferrarse por completo y mucho menos ahogarse en las lágrimas que corren bajo nuestros ojos, no hundirse en la depresión ni en todas las cosas negativas que nos puedan perjudicar.
Nada es perfecto y lo debemos valorar así, incluso las cosas más graves tienen una solución y dejan una gran enseñanza que nos convierten en personas diferentes, son errores que nos hacen madurar, los que no se borran, suceden y ya. La perfección no es más que un espejismo que creemos crearnos en nuestro cerebro, está ahí para atormentarnos y convertirnos esclavos de los demás.
Pero, debemos tener siempre presente en no permitir que los parámetros “perfectos” de una sociedad nos atormenten y nos persigan. No dejemos que la perfección se apodere de nosotros, porque nos olvidaremos de disfrutar, de sentir, y de vivir, porque jamás encontraremos la perfección, porque eso, en esta vida, no existe.

Nuestra vida también tiene un borrador que no se gasta, pues siempre estará allí, y es algo que también debemos aprender a agradecer.