Estar en pareja es una experiencia inigualable en la vida de todo ser humano. Cuando dos seres se conectan en cuerpo y alma, pareciera como si el tiempo se detuviera; repentinamente, lo sublime de la vida hace su aparición y flotan, se vuelven unidad absoluta.
Pero no todo es color de rosa: también existe el desengaño y el despecho. La ira y los celos pueden hacer aparición y lo que antes era bello y hermoso, puede tornarse triste y lúgubre. Dos seres pueden pasar del amor al odio en tan sólo un instante, y sucede tan a menudo que pareciera como si fuera un desenlace natural.
Como mujer, he estado la mayor parte de mi vida adulta al lado de seres que me han brindado su luz. Del mismo modo, otros me han arropado con su manto de oscuridad. Como decidí procurar estabilidad a mi vida por encima de todo, te presento a continuación mis razones para permanecer soltera.
-Razón #1: Vivo mi vida sin tapujos y sin obedecer los caprichos de nadie.
Emparentarse con alguien implica renunciar a cierto grado de libertad para satisfacer el deseo del otro. Lo viví tantas veces en mis antiguas relaciones que me harté, y ahora hago prácticamente lo que quiero sin rendirle cuentas a nadie. Voy a las discos que me gustan, bailo con los chicos que me provoca y me visto de la manera que considere conveniente. En fin, no satisfago los caprichos de nadie que no sea yo misma.
–Razón #2: Tengo tiempo de sobra para dedicarme a mis intereses profesionales.
Antes, con mis antiguas parejas, debía dedicar cierta cantidad de tiempo a compartir con ellos, lo cual me restaba tiempo para invertirlo en actividades productivas relacionadas a mi carrera profesional. Ahora, en cambio, dispongo de tiempo libre para superarme en mi profesión y, además, para descansar y relajarme en los hobbies que me apasionan.
-Razón #3: Puedo besar muchos sapos antes de encontrar al Príncipe Azul.
Salir con varios chicos a la vez me da la posibilidad de descartar rápidamente a aquellos que no representan un bienestar a mi vida y aceptar a los que sí. Además, no necesito atarme a convenciones sociales ni nada que se le parezca a un compromiso formal. Tan sólo basta con mi deseo afirmativo para que una salida tenga lugar y, quién sabe, haya una segunda vez.