Yo siempre te he amado, sin importar tus costumbres y tus manías. He sido una madre y esposa abnegada, he sido fiel con mis labores en el hogar y en la crianza de nuestros hijos, los cuales amo con todo mí ser. No obstante, tú me has mostrado tu lado más oscuro y has pretendido hundirnos a todos en la miseria.
Nunca me importó demasiado que anduvieses con la mujercita aquella. Mi madre desde pequeña me enseñó que los hombres se aburren rápido y, apenas tienen la oportunidad, andan de falda en falda. Pensé que serías medianamente bueno como mi padre, que jamás nos abandonó a pesar de estar detrás de una rabalera cualquiera. Pero no, nos engañaste, nos traicionaste.
Mis hijos son primero, te lo digo fuerte y claro. ¿Cómo te atreves a dejarnos en la miseria más profunda por un simple amorío de turno? ¿Cómo osas hacerles vivir la hambruna a tus dos criaturas pequeñas, esos que no tienen luz ni cariño para alguien más que no seas tú? En un gran bandido te has convertido, en un sinvergüenza.
Hoy te ríes y te muestras sombrío y altivo porque eres próspero económicamente y lo tienes todo, pero te olvidas de lo esencial. La grandeza del hombre no se mide en la cantidad de propiedades adquiridas o en la belleza de sus amantes; su verdadero talante se evalúa con su legado, con el amor que imprime en el mundo y su conexión con el Dios Todopoderoso.
Tú careces de todo eso, no posees la más mínima muestra de virtud y por eso sé que pagarás prontamente. Porque la juventud ni el dinero te alcanzarán para siempre. Algún día envejecerás, tus fuerzas se debilitarán y ya no tendrás nada para ostentar más que tu soledad. Y tus hijos, hombres buenos, indómitos, te mirarán desde arriba compasivamente, pero sin detenerse a perder su tiempo contigo.
Debes decidir, si aún te quedan sesos, sobre lo que deseas a partir de ahora: ¿Quieres abandonarlo todo por un capricho o permanecer en tu hogar y recibir la bendición de tu familia por siempre? No olvides que hay un Dios allá arriba que lo observa todo y, si eliges mal, te mandará directo al Averno. Ya te queda a ti tomar tu decisión. Por mi parte, la mía está bien clara: Mis hijos son primero.