La felicidad es uno de los mayores tesoros, de hecho, es el más importante y es la única cosa que todos los seres humanos buscan por igual. Todos nacemos con el derecho a ser libres, amar y conseguir ser felices a través de experiencias, logros y otras personas… Pero, cuando elegimos a las personas equivocadas, vivimos malas experiencias y fracasamos, esa felicidad, evidentemente, se ve afectada y se nos arrebata y aleja.
Pero, somos nosotros quienes decidimos ser felices, pues somos nosotros quienes decidimos qué personas permanecen en nuestra vida, a qué experiencias aferrarnos y también decidimos si levantarnos o no después de cada fracaso.
La búsqueda de la felicidad, me gusta compararla con el “preparar un pastel”. Déjame explicarte:
Supongamos que tu felicidad es un pastel. Hacerlo, significaría que has logrado alcanzar dicho estado de plenitud.
Así que vas a la tienda a comprar los ingredientes. No metes en el carrito legumbres o verduras, ni tampoco algunos enlatados de pescado o carne. Solo metes lo que necesitas para hacer tu torta. Pagas por ello, vuelves a casa y preparas tu torta.
En el proceso, quizá no te gustó hacer la cola para pagar, ni tampoco estabas de mucho ánimo para salir a comprar, pero querías tu pastel, así que tuviste que hacer ciertas cosas que no querías para alcanzar tu receta.
Tampoco decidiste comprar ingredientes que no hacen falta para el pastel, porque gastarías tu dinero en cosas que no se requieren para hacerlo. Finalmente, así funciona la felicidad. Cuando decides gastar tu vida en aferrarte solo a los ingredientes necesarios para ser feliz, lo logras. No pierdes el tiempo en aferrarte a cosas que te hacen daño o que no aportan nada bueno que te impulse a ser cada vez más feliz.
Solo quienes invierten por completo su vida y tiempo a construir su felicidad, logran serlo. Quienes se aferran a cosas innecesaria y que lastiman, sencillamente pierden su tiempo.