Desde que decidí competir solo contra mí, entendí que ninguna carrera es fácil, pues, superarse a sí mismo, es una de las cosas más difíciles que hay. Pero, lo bueno de esto es que, siempre, pero siempre, lo logras.
Mientras haya perseverancia, mientras te esfuerces al máximo, mientras tu convicción no se vea afectada por nada ni nadie y mientras los sueños nunca se vean nublados por personas que solo quieren verte desfallecer, mientras no pase nada de ello, vencerás.
La vida es una enorme carrera en la que debemos tropezar, levantarnos, seguir y volver a tropezar. Es un ciclo que se repite y que solo hasta que logremos obtener la experiencia suficiente, podremos levantarnos tan deprisa que ni la peor caída podrá atrasarnos.
Siempre apunta a lo mejor. A llegar lejos y no esperar por nadie.
Siempre compite contra ti misma como la rival más difícil de vencer. Demuéstrate a diario que competir contigo es casi una locura pues casi nadie logra vencerte, solo tú.
Convéncete de ello y te darás cuenta que todas las carreras merecen ser corridas y competidas. Que vale la pena esforzarse al máximo y triunfar. Convéncete de ello y verás cómo la felicidad llega por sí sola, porque no hay mayor placer que tener la plenitud y la certeza de saber que a diario eres capaz de superarte.
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