Jamás me atreví a imaginar que serías capaz de dañarme de ese modo tan descarado, pero lo hiciste, y debo reconocer mi error: jamás debí entregarte mi vida entera del modo en que lo hice.
Desde el primer instante en que nos conocimos, no hice más que estar siempre abierta y diligente para tus designios. Me abandoné a mí misma al punto de convertirme en tu perrito faldero para que no tuvieras que rogar nunca más por atención, pero no fue suficiente para ti.
Un año entero estuve advirtiéndote de lo mal que iba lo nuestro. Mientras que, por mi lado, tenía intenciones de crecer y salir adelante, tú te quedabas atrás, no querías continuar por la senda que yo había trazado.
Deseabas, más que una mujer que te entregara su corazón, a una “sirvienta emocional”, a una boba que hiciera lo que te viniera en gana. Pese a todo, inicialmente, la obtuviste, pero me cansé un día y decidí romper para siempre con eso.
Un día no aguanté más y tuve que dejarte atrás. No podía seguir viviendo de ese modo. Abandonarme de esa manera por ti no hizo más que provocarme sufrimiento y desidia por largo tiempo.
Ahora soy distinta, y ya no lloro como antes. Veo la vida con otros ojos y un nuevo enfoque se ha apoderado de mí desde entonces. Ya no soy la misma, mi amor, he cambiado. La tonta se murió y no volverá jamás, debes saberlo.
Fuiste mi primer gran amor, mi primer gran amigo y amante, pero simplemente perdí el sentido de estar a tu lado. Hoy en día, no me arrepiento de la decisión tomada; veo con optimismo el futuro porque, de ahora en adelante, no dejaré entrar a nadie en mi vida que no esté dispuesto a inspirarme de nuevo.