Merecemos a alguien que se muera por estar con nosotros. Que muera por saber cómo estuvo nuestro día y que se preocupe realmente por nuestro bienestar.
Merecemos a alguien que se desvele con nosotros de madrugada. Que se quede despierto hasta que nos desocupemos solo por hacernos compañía. Merecemos a alguien que comparta la noche y amanezca a nuestro lado, y que, aún cuando esté muy cansado, sienta la necesidad de ir a preparar un desayuno y dárnoslo en la cama, solo porque le complace complacernos.
Merecemos a alguien que muera por vernos sonreír y que muera al vernos llorar. Merecemos a alguien que esté dispuesto a entregarse por completo y que confíe plenamente en los “te amo” que entregamos.
Merecemos a alguien que vea más allá de la piel y la carne. Que tenga una vista tan profunda que logre ver con el corazón a nuestra alma y que comprenda que, para hacer el amor, no solo basta con llevarte a la cama.
Merecemos a alguien que se preocupe por los detalles, que los valore y que los utilice para embellecernos por medio de halagos. Que recuerde la cantidad de azúcar que le echas al café y que reconozca todos nuestros defectos. Merecemos a alguien que, a pesar de saber cada aspecto malo de nosotros, decida quedarse a nuestro lado. Merecemos a alguien que, a pesar de saber que puede vivir sin nosotros, prefirió hacerlo también, a nuestro lado.