Hasta que el día llegó: mi mejor amiga me advirtió que tenía que darme una noticia que no me iba a agradar. Me asusté, temblé un poco, pensé lo peor. Recibo una imagen en el WhatsApp. Pienso un instante antes de descargarla, hasta que me decido. Lo que vino luego fue un torrente de lágrimas casi imparable, acompañado de un sentimiento de desconcierto, rabia, dolor… Una chica y un chico tomados de la mano en medio de un tierno beso. No sé quién era esa chica ni me importó… pero el chico resultaste ser tú.
Me bloqueaste de todas las redes, ya no contestabas mis mensajes. Me rendí. Pensé en que no era suficiente para ti, en que nunca te di cuanto necesitaste para mantenerte conmigo. Tal vez ella sí te dio todo aquello que yo nunca pude. Si tan sólo hubiese sabido…
Luego de unos meses, ya no me sentía igual. Antes mi pecho estaba lleno de dolor pero ahora se sentía vacío. Ya nada me importaba. No comía, dormía de más, no salía de mi cuarto. A veces pensaba en morir, pues ¿para qué vivir si ya no estarías más? No estabas muerto pero es como si lo estuvieras…
Probé con tomar alcohol, con ir a fiestas, con otros chicos, y adivina qué conseguí: sentirme peor. Estando bajo los efectos de todo eso, no tenía noción del tiempo, de mí, de quienes me rodeaban. Terminaba otra vez en mi cuarto o en el cuarto de alguien más, lamentándome una y otra vez de lo que había hecho sólo para terminar retomándolo.
Ya ha pasado un año de aquella foto. Sabes que nunca la olvidaré. Aunque ahora he podido salir un poco, he estado comiendo mejor y decidí apuntarme a clases de yoga, nada más recordar ese momento hace que rememore parte del vacío que me hundió hasta lo más oscuro. Es por eso que no quiero seguir el consejo de mis amigos de buscar a alguien más. ¿Para qué? ¿Para volver a pasar por lo mismo? ¿Para dar todo de mí y que ese alguien termine arrancándomelo sin alguna clase de piedad? Sola estoy y estaré mejor. Siempre debió ser así.