No, no es otro poema de sexo.
No trata tampoco sobre cómo dos cuerpos se hicieron uno y los besos parecían ir en sintonía con las caricias.
No es un poema para dedicarle a tu cuerpo. Que te escriban de eso los cortos de mente, los básicos y monótonos.
Yo, prefiero escribirte de la manera en que me hiciste el amor.
Porque sentí como me pertenecías con la forma en que me miraste al decirme que me amabas.
Porque acariciaste cada cúmulo de energía de mi alma con solo un abrazo.
Porque me enseñaste, que luego de haber pasado una noche juntos, quedarme en tu cama y no tener esa sensación de irme deprisa, es lo más placentero de hacerte el amor.
Me enamoré del sabor de tus labios y la forma en que se hacen esos hoyos en tu mejilla al sonreír.
Me enamoré de ese defecto tuyo al que llamas terquedad y yo lo veo como perseverancia.
Me enamoré de la forma como, disimuladamente, te me insinúas cuando estoy lleno de trabajo, solo para jugar un poco conmigo y mi temperamento.
Me enamoré del sonido de tu voz cuando me dices “te amo”:
Me enamoré de que me reclames cuando hago algo que no te gusta, porque sientes que tienes el derecho y, efectivamente, lo posees.
Me enamoré al saber cuáles eran tus sitios más sensibles y deseosos del tacto.
Me enamoré también de la forma en que pasas de un suave beso, a uno desaforado.
Me enamoré, en definitiva, de ti y la manera en que haces el amor.