Constantemente me veo atravesada por frases como: “quiero una pareja con la que pueda estar para siempre”, “tú eres el amor de mi vida”, “eres todo para mí”, y es que puedes encontrarlas casi que hasta en la sopa: en cada canción con la que te topas, en el discurso de quienes te rodean, en la tele y en las redes sociales.
Ante esto, siempre me he preguntado: ¿y es que alguna vez estas personas en vez de decir “te amaré por siempre” habrán pensado en decir “me amaré por siempre”? A veces pienso en que no, en que lo más importante lo dejan de último: ellos mismos.
Vivimos tan llenos de etiquetas, de estándares, de frases que pueblan nuestra mente como etiquetas que pareciera nunca podremos arrancar y que condicionan nuestra visión de las cosas. Cuando pensamos en amor, lo primero que nos viene a la mente es estar con alguien más, es el romanticismo con el otro, pero raramente pensamos en nosotros como seres capaces de apreciarse sanamente.
Idealizamos las relaciones como aquello que nos hará felices, y que si estamos solas es muy seguro que la tristeza estará allí para recibirnos. Vivimos atados al hecho de que el amor tiene que ser eternamente perfecto, olvidando que quienes aman son seres imperfectos.
Es así que hacemos de todo para hundirnos en un estado permanente de relación romántica: nos la pasamos en portales web de búsqueda de parejas, nuestros sueños están ocupados de lleno por la idea del príncipe azul, asistimos intensamente a reuniones de todo tipo sólo con la intención de sentir otra vez eso tan delicioso que caracteriza el enamoramiento: una sensación de llenura en el pecho que te arrebata el aliento sin restarte vida.
¿Será que nuestro deseo de estar con otro a cada rato tiene que ver con algo genuino o simplemente es algo aprendido? ¿Por qué entonces no nos enseñan a amarnos primero, por sobre todos los demás?
Terminamos una relación y todo se viene abajo. Es como si la vida sólo se tratara de eso y por eso empezamos a descuidar el resto de nuestras actividades, incluso a nosotras mismas, llegando a pensar que nada valemos sin esa otra persona. ¿Por qué cuestionar nuestra valía en función de lo que otros hagan?
Es por eso que desde hace tiempo escogí amarme primero antes que a los demás, porque no hay forma ni manera de dar algo si no lo tengo primero. Entendí que la única persona que jamás me abandonará soy yo misma. También decidí disfrutar de cada momento acompañada como si fuese el último, pues no sé cuándo ni cómo terminará –porque es que es seguro que tiene fecha de caducidad.
Y todo esto lo hice porque la única persona responsable de mí soy yo, porque no hay manera de que otro responda por mi bienestar y sólo yo tengo el poder de dejar que otros hagan o no hagan sobre mí y de crear mi propia visión de las cosas.