Te sinceras.
Abres tu corazón como si estuvieses hablando con el amor de tu vida, a pesar de que le conociste ayer. Ese es el peligro de hablar con alguien de madrugada.
La noche pone melancólica la gente y, sobre todo, excesivamente honesta. Les hace vulnerable el hecho de que caigan las estrellas, y que la luna esté estampada en la ventana.
El corazón parece sentirse fuerte, no débil, pues para hablar de los más puros sentimientos y deseos hay que tener un gran valor. Comienzas a soltarte y sientes que cada tecla que pizas en el teclado arroja un poquito de confianza y seguridad.
Es como si la noche trajera consigo una sobredosis de valentía para las emociones, la cual utilizamos en cada palabra escrita entre las 12 de la noche y las 4 de la madrugada. Quizá hasta las 6 de la mañana para los más necios.
Es así como hablar de madrugada con alguien se vuelve peligroso, porque muestras la parte más cruda y sensible de ti. Te expones a carne viva aún sabiendo que, lo que digas esta madrugada, puede ser usado en tu contra el día de mañana.
Pero, a pesar del peligro, confío plenamente en que las mejores conversaciones hacen vida bajo el manto de la madrugada. Pues es ahí donde muchos amores sinceros se confiesan, donde las grandes verdades salen a la luz y donde quizá, se escriban las mejores declaraciones de amor.