Es normal que en algún momento de la vida cualquiera de nosotros, teniendo pareja o no, llegue a sentir celos. Los hay de diversos tipos, pero el que más nos afecta es el que está relacionado con nuestra pareja.
¿Por qué es normal que sintamos eso tan desagradable? Los celos son resultado del temor que tenemos por perder a alguien a quien queremos, y más aún de la mano de otro, y más aún si hemos vivido experiencias relacionadas con la infidelidad o si nuestra pareja actual nos ha sido infieles. Cuando sentimos algo bonito por alguien deseamos que la persona objeto de nuestro amor sienta lo mismo por nosotros.
Es así que esperamos que esté regularmente a nuestro lado, que podamos verle feliz siempre que se pueda, que podamos disfrutar de los mejores momentos en su compañía. Es entonces que cuando nos viene a la mente la posibilidad de que algún día no esté, sentimos una angustia que puede variar en intensidad dependiendo de cada quien.
Cuando esta angustia se sale de control es cuando se corre el peligro de caer en posesividad, un estado en el que el temor se ve exagerado a tal punto de que el posesivo busca retener a su pareja a como dé lugar, pues mantiene una fuerte creencia de que está siendo objeto de infidelidad.
Si bien es natural que ante la inminencia de perder a alguien busquemos retenerlo el mayor tiempo posible, en el caso de los celosos enfermizos es tan intenso esto que en muchos casos y sin querer terminan destruyendo el vínculo con el otro por el desgaste que produce someterse al control excesivo.
En este caso quien sufre no sólo es el celado sino también el que cela, pues por su mente pasan ideas que no lo dejan tranquilo y para calmarse debe ponerlas en práctica. Evidentemente, es un círculo vicioso porque igual termina con los mismos pensamientos obsesivos, y esto afecta no sólo nuestra vida de pareja sino también el resto de nuestras áreas de acción.
¿Cómo distinguir los celos normales de los celos enfermizos?
En primer lugar, los celos normales son soportables, no afectando nuestra vida en general. Se derivan de un temor lógico a perder a quienes amamos por dudar de que nos quiera lo suficiente y/o pueden ser resultado de experiencias previas de infidelidad. La resolución de este tipo de asuntos viene de la mano de la comunicación constante con nuestra pareja y de la confianza que tengan uno en el otro.