No das besos en vano. No existen besos al viento, ni besos huérfanos.
Todo beso que se da, llega a algún lugar, quizá no a tiempo y quizá a las mejillas, frente o labios de la persona que menos imaginamos.
Los besos que no te fueron recibidos, siempre volverán a su dueño. Porque estos son regalos de afectos y, como todo regalo, pertenece siempre a quien lo da hasta que otro lo recibe.
Esos besos que das y que duelen porque saben a rechazo, tarde o temprano se compensan, se recuperan de algún modo y sanan en labios ajenos, en bocas con otros nombres y lenguas que se mueven hasta formar cada letra de tu apellido, porque entre cada beso, aquellos que lo reciben con cariño, anhelan gritar tu identidad.
Así que, no te angusties por aquellos besos que fueron recibidos con rechazo y sin deseo.
No te angusties por esos besos que querías dar con tal ganas que tuviste que lanzarlos desde lejos y pasaron de largo, porque la persona a quien se los enviaste, prefirió no darles refugio.
Tus besos siempre tendrán un lugar al cual llegar. Tus besos serán recibidos con mordidas y deseo. Tus besos serán recibidos por aquellos que te amen y mueran por tus labios.
Tus besos, en definitiva, llegarán a alguien que te corresponda, a alguien a quien te pagará del mismo modo, con las mismas ganas y la misma intensidad.