Un par de manos que sujeten tu espalda.
Unos dedos que acaricien el suave rubor de tu mejilla.
Una mirada que paralice el tiempo y mire hasta lo más profundo de tu ser.
Un “Me excita” luego de morder.
Así es un beso.
Compuesto por algo más que dos bocas que se unen, dos lenguas que juguetean y dos corazones que se agitan.
Así es un beso.
Una combinación de exploración por tus puntos más sensibles y delicados mientras los labios y otras cosas, son propensos a humedecerse.
Así es un beso.
Un acto puro y previo al hacer el amor.
Pero los besos no solo son con propósito sexual.
Los besos, dependiendo de donde se den, evocan sentimientos y pensamientos.
Un beso en la frente para decirte que quiero que estés bien.
Un beso en tu mejilla para decirte que anhelo que estés conmigo.
Un beso en tu cuello para decirte que te deseo.
Un beso en tus pechos para decirte que necesito llegar hasta más debajo de tu ombligo.
Un beso en tus labios, para luego subir hasta tu boca.
Porque así son los besos.
Tan callados y a la vez tan ruidosos.
Expresando todo lo que uno quiere gritar.
Y bien lo dijo Neruda, “En un beso sabrás todo lo que he callado”.
Los besos están ahí para pintar en la piel del otro, texturas, sabores y futuros con nombre y apellido.
Por eso, los besos no deben darse solo con la boca.
Debe haber complicidad con las manos, las piernas y aquellos lugares que las religiones, tus padres y la escuela, trataron de controlar.
Por eso, los besos son una jugada compuesta, donde los dedos son indicadores de puntos débiles en la piel del otro, y donde el rostro se hace deseoso de una caricia, y donde las manos, al entrelazarse, se aprietan tan fuertes entre sí, que dejan claro su deseo por hacer del beso, algo eterno.
Así que, besa con las manos, los dedos y el cuerpo.
Besa con ganas, con deseo y amor.
Besa confiando de que mañana, no tendrás la oportunidad de tener esa boca junto a la tuya.
Besa, considerando que tus labios, son solo una minúscula parte del beso que ahora buscas.