El corazón es una maleta. Carga con el mayor de los pesos y llevarla cuesta arriba no es nada fácil.
Por eso, la vida debe ser un viaje ligero.
Cargar con el peso de la culpa y malos recuerdos nos retrasa y no nos permite disfrutar del viaje.
Olvidar es casi imposible, sobre todo, si se trata de un evento traumático que nos ha marcado de por vida.
Pero, la vida no está hecha para sufrirse, sino para vivirla.
Dirás “Pero qué fácil es decirlo. De seguro nunca has pasado por nada malo”. Pero, justamente porque sí he pasado por cosas tan terribles que no te imaginas, tengo la certeza y seguridad para decir que todo, siempre que haya voluntad, se supera.
Cuando aceptamos que algunas cosas no se olvidan, sino que se aceptan, la forma de ver los problemas o malos recuerdos, cambian.
No es darle menos importancia, sino ponerlo en un lugar de nuestra mente que no nos interfiera con nuestra búsqueda de la felicidad.
Pero ¿Cómo hacemos eso?
Primero, aceptando que todo lo que sientes dependerá exclusivamente de ti.
Segundo: Aceptando que los malos recuerdos no deben modificar las vivencias del ahora.
Tercero: Aceptando que, para ser felices, no hace falta que nuestra vida sea perfecta, sino que nuestra actitud frente a los problemas sea positiva sin dejar de ser realista.
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