No me aterra verte marchar.
Ni me molesta que ya empezaste a dejar de amarme.
No me da miedo que desaparezcas a la primera por un fallo.
Pero si me da pánico, tener que empezar desde cero.
Me da mucho miedo tener que volver a pasar por todo este proceso. Por el primer saludo, por las manos sudorosas de los nervios, por la incertidumbre y los bloqueos mentales en los temas de conversación de la primera cita.
Es a eso que le temo. No al quedarme sola ni siquiera.
No le temo a que un día, sin avisar, ya no me hables más.
No creo que valgas tanto como para merecer mi súplica, pero no te lo niego, te lloraré, y mucho.
Porque, aunque duela admitirlo, fuiste, eres y siempre serás parte importante de mi vida.
Y a pesar de que lo reconozco, me sigue aterrando más, la idea de abrir un nuevo espacio en mi corazón, para otros besos, para otra cara, para otro nombre y otros momentos.
Supongo que esto se debe al miedo natural por lo desconocido.
Pero es que, cuando se trata de amor, ser valientes es lo más difícil.
La cobardía nos invade porque ataque directo al corazón,
Y la idea de tener que pasar por un “Hola, mi nombre es…”, hasta un “No te quiero ver más…” O, en el mejor de los casos, hasta un “Juntos para siempre…”. Esa idea, es la que me pone los pies fríos, y por lo cual, aún no he dejado que te vayas de mi corazón.