Hayamos sido víctimas de una infidelidad o no, es una pregunta que siempre nos hemos hecho, y a la que difícilmente encontramos respuesta.
Está presente en toda conversación entre amigas, ya sea porque han pasado por eso o se están preparando para el momento en que ocurra. Las conclusiones siempre apuntan, de una u otra manera, hacia el fin de la relación: frases como “si a mí me llega a pasar, ni loca se lo perdono”, “¡Qué tonta es esa chica que lo perdonó. ¿Acaso no ve que se lo va a hacer una y otra vez?”. Incluso la archiconocida frase “todos los hombres son iguales” puede abrirse paso para justificar al chico… y para justificar si nosotras pecamos también, pues “hay que mantenerse un paso adelante” o “ellos nunca cambiarán”.
Todas nos sentimos unas expertas en el tema hasta que nos pasa, y nos preguntamos: ¿qué hacer? Y corremos a buscar consejo en otra “experta” que está en la misma posición que nosotras.
Cuando ocurre por primera vez, surge una serie de emociones asociadas a la traición: rabia, tristeza y desconcierto tocan una melodía estruendosa en tu cabeza que te lleva a ver a tu amado como lo peor de esta vida, como aquel que acaba de destruir en un solo instante la confianza que tardó tanto tiempo en construirse. Él es malvado y debe pagar por lo que te hizo.
Luego de que te tomas un tiempo a solas para digerir mejor lo que sentiste al enterarte de lo ocurrido, es cuando sobreviene esa gran pregunta a la que juraste contestar un gran NO: ¿Lo perdono o no lo perdono? Y resulta que caes en el lugar de aquella chica a la que tanto criticabas por si quiera considerar admitir a tal monstruo en su vida de nuevo.
Es justo ese momento el correcto para sentarte con él teniendo ambos cabeza fría y evaluar las circunstancias de lo ocurrido: lo primero que hay que aclarar son las razones de la infidelidad, siempre de la manera más objetiva posible –si involucras el corazón, vas a derretirte de nuevo y nada resolverás.
Es un chance que les invita a revisar en qué han fallado –o en qué ha fallado él- para saber qué debe mejorar. Es al final de esta conversación –o serie de conversaciones- en las que ambos podrán tomar una decisión, porque es que no depende sólo de tu capacidad para perdonar si sientes que el caso lo amerita sino también de su decisión de continuar contigo a pesar de la vergüenza y valiéndose de la capacidad de perdonarse a sí mismo.
Luego de todo esto, tú tendrás la respuesta que se adecúe más a lo sientes que deseas y necesitas, pues las causas de la infidelidad son infinitas. No hay bola mágica o amiga “experta” que pueda asegurar si él volverá a ser infiel o no, así que cualquier decisión que tomes es válida. Por cierto: nunca olvides que tú también puedes pasar de ser la que lleva los cuernos a la que los pone. Nunca sabemos qué nos depara la vida.