ADEMÁS DE LOS REQUISITOS PROPIOS DE UNA GRADUACIÓN, EN FILIPINAS UNA NUEVA LEY AÑADE UNA OBLIGACIÓN ECOLÓGICA SUPLEMENTARIA
Una de las medidas menos complicados pero capaces que se tienen la posibilidad de tomar para batallar el calentamiento global es plantar árboles. Esto es algo que, mas allá de su simpleza, no fue establecido de forma sistemática en varios países; no obstante, este no es la situación de Filipinas.
Una exclusiva idea en ese populoso país del Pacífico ordena a alumnos que buscan graduarse de la escuela, tanto de secundaria como de preparatoria y facultad, a plantar al menos diez árboles. Con esta medida, apoyándose en la fuerza de la juventud, el país no sólo afirma tener un número considerable de árboles sino que también educa a las novedosas generaciones. El espíritu de la medida trata de fomentar lo que llaman “compromiso intergeneracional”. Algo simple pero espectacular, por su doble valor añadido. En esta situación, lo que resulta fundamental es que esta clase de cosas actualmente tienen que hacerse a una escala masiva y en oportunidades de forma compulsoria.
La medida apunta que los árboles tienen la posibilidad de ser plantados en diferentes sitios, introduciendo superficies urbanas, bosques, reservas, manglares y territorio indígena. Esta idea contempla la plantación de 175 millones de árboles todos los años y hace al Departamento de Educación responsable de que la misma se cumpla cabalmente, en tanto que otros organismos como el Departamento de Agricultura se convierten en estrechos ayudantes, proveyendo la infraestructura y el material para hacer la tarea formativa y ecológica que busca editar a una exclusiva generación de filipinos.