La ley del mínimo esfuerzo para gestionar el estrés nos recuerda que, a veces, menos es más. Nos invita a fluir en nuestra realidad, a ahorrar energías, a centrar la atención en aquello que es verdaderamente importante.
La ley del mínimo esfuerzo para gestionar el estrés puede ser muy útil si la aplicamos de manera efectiva. Se trata de un recurso muy sencillo que se nutre del libro Las siete leyes espirituales del éxito de Deepak Chopra. Según este enfoque, deberíamos seguir un camino vital que nos permita ahorrar energía, fluir de manera relajada en nuestra cotidianidad y conectar con el propio ser.
Es muy posible que la construcción «ley del mínimo esfuerzo» nos evoque otras ideas. Puede que a nuestra mente venga la imagen de esas personas que en su día a día se limitan a hacer lo básico para salir adelante. Ahora bien, la idea a la que nos referimos no tiene nada que ver con aquellos que se limitan a lo mínimo.
El enfoque al que nos referimos, aunque parta del campo de la espiritualidad, tiene sin duda un gran interés en el campo de la psicología. La razón de ella está en ese marco inspirador mediante el cual ayudarnos a crear nuevos enfoques, a priorizar, a eliminar hábitos que no ayudan, a centrarnos en el aquí y ahora para invertir en bienestar.
«A donde quiera que vayamos en medio del movimiento y la actividad, llevemos con nosotros la quietud. De esa manera, el movimiento caótico que nos rodea jamás nos ocultará la puerta de acceso al manantial de creatividad, al campo de la potencialidad pura».
-Deepak Chopra-
Dentro de las siete leyes espirituales para alcanzar el éxito según Deepak Chopra, la cuarta es la del mínimo esfuerzo. Para entender su trascendencia y el modo en que puede ayudarnos, vale la pena pensar en la siguiente idea. Visualicemos el mundo natural, todo lo que acontece en este vasto mundo surge sin aparente esfuerzo, valiéndose de la inercia natural.
Todo es espontáneo, el sufrimiento es residual: el viento que mece las hojas, las flores que brotan, el río que serpentea entre las rocas y sus cauces. La naturaleza es equilibrio, es un mundo que fluye acompasado según su propio ritmo y sus ciclos. Ahora bien, las personas a menudo quedamos atrapadas en rutinas y enfoques limitantes. Nosotros creamos nuestras propias cárceles personales sometiéndonos a rutinas y preocupaciones que crean sufrimientos.
Dejarse llevar no es perderse. La ley del mínimo esfuerzo para gestionar en estrés nos invita a llevar a la práctica las siguientes ideas:
A menudo, inviertes demasiado esfuerzo y energía en objetivos y personas que no te aportan nada. Aún más, en lugar de generarte bienestar, aumentan las preocupaciones.
Asimismo, es común que nos empeñemos en forzar determinadas dimensiones de las que solo obtenemos agotamiento. Nos empeñamos, por ejemplo, en ser los mejores en nuestro trabajo. Queremos quedar bien con todo el mundo. Invertimos tiempo, ilusiones y hasta nuestra salud en metas que no siempre son las acertadas. Todo ello acaba generando una elevada ansiedad.
La segunda clave de la ley del esfuerzo para gestionar el estrés es la aceptación.
Un modo de adelgazar presiones, preocupaciones, tensiones y ansiedades es aceptando todo aquello que no podemos cambiar. En nuestro día a día hay un sinfín de realidades ante las que chocamos casi a cada instante. Hechos, dinámicas y personas con las que tenemos fricciones y diferencias.
Asume que no todo puede estar bajo tu control. Toma conciencia de que en este mundo siempre habrá proyectos que puedan salir mejor, equilibrios que puedan ser más estables. Si das el paso, hallarás calma. No obstante, recuerda: aceptación no es rendición.
Tú y solo tú, eres responsable de tu vida
A medida que logres aceptar las cosas tal y como son, descubrirás otro aspecto: que tú y solo tú eres responsable de tu vida. Una vez asumimos esa calma interna donde entender que cada cual es libre de elegir su camino, de comportarse y pensar como desee, descubriremos que también nosotros tenemos ese poder. Ahora bien, es un poder que conlleva una gran responsabilidad.
Eres dueño absoluto de llevar el tipo de vida que más te agrade. Eres libre para desprenderte de todo aquello que no te define, que no te agrada y que te trae sufrimiento. Pero eres responsable, a su vez, de cada elección que tomas en ese proceso que tiene como finalidad garantizar tu bienestar.