Durante un campamento con mis amigas, nos encontrábamos esperando la cena en una de las cabañas. Mientras aguardábamos, sentimos algo debajo de la mesa, De algún modo una avecilla había entrado en la cabaña y se golpeó tratando de buscar la salida.
Era un colibrí, y parecía estar cerca de morir, así que lo coloqué en una pequeña taza y lo llevé afuera. Esperaba que pudiese incorporarse y volar poco a poco pero no pudo. Al ver al pájaro, una de mis amigas preparó una solución de agua con azúcar y me la dio, así que metí un dedo en la preparación y lo acerqué al pico del pájaro. De repente la gota de agua dulce desapareció.
Al principio pensé que tal vez la gota se había escurrido, así que tomé otra y cuál es mi sorpresa que al acercarle mi dedo una pequeñísima lengua se asomó desde su pico y lamió el agua que le estaba ofreciendo. Así estuvimos de 5 a 10 minutos, gota tras gota, hasta que el colibrí se incorporó, batió sus alas y voló directo hacia arriba. Estuvo aleteando sobre nosotros por un instante y luego salió disparado como una bala.
Luego de salir de nuestro asombro, entendimos las lecciones de lo ocurrido:
- Cuando ayudamos a los más necesitados en un principio pareciera que no hay diferencia, pero si miramos más de cerca nos daremos cuenta de que nuestro amor es como el agua dulce para el colibrí: un alimento espiritual que cuando menos lo esperemos dará resultados
- A veces, como una avecilla herida, no podemos salir solos de nuestros aprietos y terminamos necesitando una mano amable que nos apoye
- Perseverar es vencer: a veces es necesario aferrarnos a algo con fe para poder lograr nuestras metas y superar los desafíos que la vida nos plantea
A veces seremos como un pájaro herido o como la mano caritativa. Sin importar el lugar que ocupemos en uno u otro momento, demos siempre lo mejor de nosotros y veremos, tarde o temprano, los frutos de nuestro esfuerzo.