“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. Miguel de Cervantes sabía perfectamente lo que era el dolor, y también cómo superarlo.
Extrañar a esa persona que se fue, aun cuando sabes que estás mejor sin él, es una manera de hurgar en una herida cicatrizada.
Que se extrañe lo bueno, lo útil, lo que tiene futuro y lo que sabes que no te lastima. Recordar lo que viviste a su lado, significa volver atrás, significa revivir la primera cita. La primera mirada que se sostuvo por más de tres segundos. El primer beso y el primer suspiro, pero también significa recordar porque todo ello acabó. Es recordar lo que dañó a ambos, significa recordar lo malo. Entonces ¿De qué sirve?
Quizás pienses, “Puede que, este recuerdo signifique amor, y que ese amor sea suficiente para volver”. No, creer eso es falta de madurez, es una negación de aceptar que lo que acaba y termina por nuestro bien. No debe empezar de nuevo, inclusive si entre todo el caos, hubo momentos lindos, ¡No! Porque quien realmente te ama, no busca tu sufrimiento.
Hay algo que aceptar, y es que ningún amor muere, solo cambia de lugar en la memoria. Y los recuerdos que vienen de vez en cuando, son solo visitas temporales de la conciencia a esos rincones donde hemos guardado los viejos amores, los que tuvieron luz en su momento, pero que ahora, solo viven ahí, y que, en la realidad, no tienen más que sombra y nada por lo que valga la pena revivirlos en este momento.
Si le recuerdas, piensa en el miedo que te daba perderlo, porque pensaste que morirías sin él… Pero mírate, sigues viva, fuerte y con miles de caminos por delante. ¿Fue una pérdida de tiempo estar con él? No; Amaste, sufriste y aprendiste; la experiencia es un arma útil que te ayudará a combatir a las artimañas del futuro.