El tiempo actúa de maneras muy incomprensibles. De hecho, tratar de comprenderlo es una tontería. Al tiempo solo hay que aceptarlo como la madre de la vida, la muerte y los cambios. Por eso, las personas no son las que cambian, lo que cambia son las circunstancias a través del tiempo y a partir de ello, las personas adaptan su carácter a lo que suceda, pero siempre serán las mismas.
Las personas muestran los dientes y garras cuando tienen que hacerlo, cuando llega la hora de ello. De igual forma, entregan el corazón y el espíritu, cuando el tiempo apremia y les permite sentirse seguros de decir “Es ahora o nunca”.
El tiempo no juega con las personas, simplemente es aleatorio. A veces nos toca la suerte y a veces no. A veces es nuestro momento de ser fuertes y a veces no. A veces es nuestro momento de amar, de llorar, de reír, de arriesgarse y de vivir realmente, pero a veces no.
Las personas, como mencioné, adaptan lo que son, su carácter y personalidad, a lo que el tiempo les ofrece. Por ello, las personas no cambian en realidad, solo se adaptan a lo que el tiempo les da, pues es el tiempo quien revela todas y cada una de las versiones del hombre.