Los recuerdos a veces son húmedos, tan húmedos que se vuelven agua y brotan de los ojos en forma de lágrimas. Cuando vea a alguien sacando dichos recuerdos del pecho, no le pidas que no llore, porque es esa la única manera en que ella va dejando los recuerdos en el pañuelo para luego echarles a la basura.
Enséñale de a poco, que las lágrimas que ya no tiene en sus ojos, puede ahora cambiarlas por sonrisas. Enséñale que no hay amor lo suficientemente grande como para dejarle totalmente seca y que la sensibilidad no está peleada con la razón o la valentía.
Enséñale que los que lloran, no son débiles. A veces, las lágrimas son el reflejo de una gran fortaleza, la cual se ha usado para mantener en silencio todo aquello que pesa dentro del pecho y carcome los pensamientos.
Enséñale que se puede querer de nuevo sin necesidad de mirar atrás. Que los recuerdos son pilares donde su carácter sienta las bases para hacerle cada vez mejor persona.
Muéstrale que cada lágrima que derrama es un paso más adelante pero que, en cierto punto, tendrá que darse cuenta que ya no necesitará llorar por los recuerdos, y que ahora tiene la posibilidad de llorar por alegría.
Dile que nadie vive de recuerdos, pero que lo que hoy es y entrega a los demás, es el reflejo de lo que aprendió de sus viejas batallas. Dile que, si desea amar de nuevo, tiene que recoger sus lágrimas y darse cuenta de que el amor, es solo para valientes. Por ello, que no le avergüence llorar por un nuevo amor, porque al final, llorará por haber sido valiente.