Desde el primer día en que te conocí, te convertiste en mi todo. No había nadie que pudiera igualar tu aroma y todos los sentimientos que generabas en mí. Pasión, amor, locura desenfrenada, todo eso y mucho más era lo me hacías sentir. Para mí, no había nadie más que pudiera sustituir tu lugar y eras sencillamente incomparable.
Pero pasaron los días, los meses y los años, y nuestra llama se fue apagando. Ya no me parecías tan atractiva como antes. Ya no me parecías ese bombón tropical que necesitaba tener conmigo como fuera. La rutina fue abordando nuestra vida y, de repente, estar contigo se volvió más un asunto de cotidianidad y confianza que otra cosa.
Y así estuvimos, pasando el tiempo, compartiendo momentos alegres y otros que no tanto, pero juntos, acompañándonos en las buenas y en las malas. Te convertiste en mi pareja, en mi amiga íntima, la que sabe todo de mí y me brinda su apoyo y su bienestar.
Así estuvieron transcurriendo nuestros días, hasta que la conocí. Ella renovó la emoción en mi corazón: era una luz nueva, súper intensa, y la alegría empezó a abordarme. La necesidad de hacerla mía fue creciendo más y más y se me hacía cada vez más difícil contenerme. Era culpa de ella, la otra, la usurpadora.
Un día no pude soportarlo más. Y no es que dejara de amarte por lo que fuiste en mi pasado y ahora eres en mi presente. Me lo has entregado todo desinteresadamente y te lo agradezco. A mi modo, aún te amo, de forma distinta pero lo hago. En cambio, ella me ofreció algo que tú ya no podías darme. Me ofreció calor, un alma nueva, me ofreció su fuerza y una emoción. Era joven otra vez, era yo.
La amé intensamente a escondidas y no escatimé en escondites para ocultar nuestro secreto. La oficina, las escaleras de mi edificio, su casa, oscuros moteles, en fin, cualquier sitio era el indicado para amarla y hacerla mía. Y no es que la amara menos que a ti para no hacer público nuestro romance. Ella es eso: la tentación, el desenfreno, la locura, la diversión, la emotividad, la sensualidad, la vida. Pecar a escondidas se convirtió en mi mayor placer.
No fuiste tonta, lo sé. Interpretaste las señales y me viste distinto. Ciertamente, había cambiado. Seguía siendo aquel marido abnegado, el esposo y padre ideal, siempre respetuoso y consecuente, pero ya no te buscaba igual que antes, ya no eras mi fuente de placer. Alguien más me exprimía las fuerzas y tanto buscaste hasta que conseguiste la razón.
Espero que no me odies por esto que estoy haciendo. Bien sabes que te amo y mucho, pero no puedo seguir viviendo una mentira, y por más cínico que resulte, debo decírtelo: sí, las amo a las dos, y no puedo dejarlas. Las dos son relevantes en mi vida. Y los tres podemos vivir perfectamente.
No sé que pueda pasar de ahora en adelante, pero te pido que me entiendas. Soy un ser humano y deseo ser feliz. Ambos hemos sido felices durante muchos años. Ahora existe alguien más en la ecuación, pero sigo enteramente tuyo. Dime frontalmente, por favor: ¿Lo aceptarás? ¿Lo permitirás?