El alma, de no entregarse con toda el alma, se va secando. De nada sirve ofrecerse a medias y con reticencias, porque la vida se saborea entera, a besos, a mordiscos y con todas las risas, con la pasión de esos valientes que saben que solo los abrazos recomponen espacios rotos, y que ni los años ni el tiempo borrarán nuestros ánimos.
“El alma se coloca en el cuerpo como un diamante en bruto, y debe ser pulida, o el brillo nunca aparecerá”
-Daniel Defoe-
Dejar que la tristeza o el desánimo eche raíces en nuestro ser es mucho más que una maldición. Así lo vio en su momento el viejo folclore de nuestros pueblos y así lo ve la psicología actual. Son muchas las causas que derivan en este estado crepuscular donde se nos van los ánimos, las ganas, las pasiones… Sin embargo, hemos de ser capaces de propiciar un nuevo amanecer. Un nuevo ciclo.
Lejos de intensificar aún más este estado hasta ser vencidos por la yegua blanca sobre la que cabalga el jinete de la depresión, debemos salir de los huecos de nuestros tejos, de esos espacios solitarios para ser capaces de abrazarnos de nuevo a la vida y a las oportunidades.
La pasión del despertar
Es posible que muchos nos sintamos de este modo. Dormidos, apáticos, enfermos de mal humor y faltos de ánimos para amar con toda nuestra alma. Tal vez se deba a una decepción, derivar en esta entropía emocional es peligroso. Es iniciar un desapego vital y una renuncia, es arrancar días a nuestro calendario.
“Nada grande se ha hecho en ese mundo sin una gran pasión”
-Friedrich Hegel-
La pasión es lo único que nos puede salvar. Es ese combustible para la voluntad, esa esencia para el compromiso del día a día donde lograr que todo cobre sentido e importancia. Porque poner música a las partituras de nuestra vida es algo que puede conseguirse si empezamos por las cosas más sencillas, las más elementales.
Te lo explicamos a continuación.
Reiniciar el alma es cuestión de voluntad y creatividad
La pasión requiere combustible para crecer. Hemos de ser capaces de encontrar un motivo, algo que nos ilusione, que nos identifique y en lo que comprometernos. Una forma de conseguirlo es dejándonos contagiar por la energía vital de otras personas: compartiendo unas mismas aficiones, unos mismos espacios y un mismo proyecto.
- A su vez, hemos de ser conscientes también de que la vida rutinaria es la que más debilita nuestra alma. Queda claro que estamos obligados a llevar ciertas pautas, a cumplir ciertas cosas. Sin embargo, estas rutinas anestésicas dañan nuestros talones hasta enlentecernos. Así pues, y en la medida de lo posible, hemos de ser capaces de introducir acciones nuevas en el día a día. Algo por lo que valga la pena levantarse.
- La pasión es nuestra isla refugio. Para alimentarla necesitamos determinados nutrientes: el sentido de la curiosidad y el entusiasmo, la gratitud, la reverencia, la participación…
- Para vivir con pasión, hemos de descubrir también qué la frena. Qué detiene su expresión, su vitalidad y qué aspectos languidecen nuestra alma. A veces es la rutina antes señalada, en otras ocasiones, son ciertas personas que nos impiden “renacer”, apreciar la oportunidad del momento. Hay que identificar a esos “vetadores” de felicidad y desactivarlos.
“Nos envejece más la cobardía que el tiempo, los años arrugan la piel pero el miedo arruga el alma”
-Facundo Cabral-
Fuente: La mente es maravillosa