La transexualidad no es un problema. No lo sería si no existieran personas empeñadas en adoctrinarnos, mentes obcecadas en imponernos cómo debemos amar, sentir y construir incluso nuestra propia identidad de género, cómo si esta, pudiera elegirse. El auténtico problema es, sencillamente, el odio por la diferencia.
De algún modo, y casi desde que desarrollamos el concepto de sociedad o incluso el discutido concepto de “civilización”, el ser humano se ha empeñado siempre en establecer un férreo “nosotros” frente a un “los otros”, como bien diría el recientemente fallecido Tzvetan Todorov. La aceptación de la diversidad humana, de la libertad cultural, religiosa o sexual, es una asignatura pendiente que muchos se niegan a reconocer, como si la existencia de otras opciones fueran un ataque a su opción.
Un ejemplo de ello lo hemos vivido a lo largo de esta semana con la autocaravana creada por el grupo ultracatólico “HazteOír”, que ha partido desde Madrid con un fin muy concreto: adoctrinar a la sociedad sobre la identidad de género a través del siguiente eslogan “Los niños tienen pene. Las niñas tienen vagina. Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer seguirás siéndolo”.
Este lema puramente tránsfobo, rancio y discriminatorio ha tenido un gran eco en los medios nacionales e internacionales ante el cual casi nadie ha quedado indiferente.
Es momento de redefinir el concepto de género
En nuestra sociedad no hay una “Inquisición Gay” como afirma el grupo “HazteOír”. Tampoco existen comunidades, colegios o familias que busquen, por capricho, confundir a los niños orientándolos hacia una identidad de género en concreto, como defienden también en esta caravana de la polémica y el agravio. Nada de esto es cierto por una razón muy sencilla: la identidad de género no se elige.
Ningún niño se despierta un día y decide ser niña igual que decide que ese día se pondrá un abrigo u otro, ni ninguna niña elige a capricho ser niño solo porque quiere cambiar de estilo de ropa. Porque el género no es un color, ni un sabor o un par de zapatos que uno se calza y se descalza según tenga el ánimo.
“La violencia, ya sea física o a través de la palabra, es el recurso del incompetente”
-Isaac Asimov-