Parece disonante y contradictorio. Déjame que te lo explique de buena manera. La soltería somete a las personas a un estado de soledad, en el que tienen que lidiar con la entrega del amor, es decir “¿A quién amar ahora que no hay nadie a tu lado?”.
Cuando esta pregunta llega a la mente, es difícil acertar a la primera. Comenzamos a sentir una sensación de vacío la cual, debe ser llenada pronto. A mayor tiempo a sola, más desesperante se vuelve esa sensación y más dolor se siente por la soledad. Empezamos en medio del desespero, a buscar parejas más frecuentes, pero a ninguna de ellas, las hemo buscado porque realmente queramos amor, sino porque no queremos estar solos.
Esto hace que dichas parejas, sean fugaces, que no perduren en el tiempo y que, en definitiva, sean solo una ilusión que llena nuestro corazón vacío de manera breve. De a poco, estas personas se llevan un pedazo de nosotros, empeorando la situación y dejándonos aún más secos por dentro.
Es cuando te percatas de que el amor que tanto necesitas, yace solo dentro de ti, comprendes que no necesitas de nada ni nadie, para sentirte llena. Es ahí, cuando la valentía de aceptar la soltería sale a la luz, porque has reconocido que tu amor propio es lo suficientemente grande para suplantar cualquier amor fugaz.
En este punto, puedes comenzar a buscar una relación estable, donde el amor que se dé, sea por iniciativa propia y no por necesidad. Es ahí, cuando la persona valiente, puede decidir si comenzar una relación estable, donde la otra persona reconozca lo mucho que vales, porque tú, ya has logrado hacerlo y lo único que buscas, es a alguien con quien compartir la vida, no alguien que te haga sentir llena, porque el vacío de la soltería, se acaba justo en el momento que comprendes, que tu felicidad no depende de nadie.