En toda relación siempre debe existir la confianza y la comunicación, elementos que nos facilitan esa convivencia con la persona que tenemos a nuestro lado y que escogimos como compañero/a de vida. Debe existir respeto mutuo y las ganas de crecer juntos.
Sin embargo, esto no siempre se cumple y en algunas parejas es casi inimaginable.
Caer en la situación de ver a escondidas su teléfono, ver sus mensajes, sentir celos todo el tiempo, analizar sus gestos, respuestas, seguirlo/a a todos lados e incluso sentir celos de amistades o familiares es claro ejemplo de una relación toxica y donde ya no encuentras paz.
Siempre el asunto de la fidelidad esta en el tapete en todas las relaciones, pero cuando ya esto se vuele enfermizo hay que prender las alarmas. Una relación supone poder compartir con la persona amada, compartir gustos, vivencias, momentos que puedan enriquecer a ambos y hacer crecer la relación.
¿Pero que nos lleva a celar tanto a nuestras parejas?, ¿por qué nos llenamos de dudas y actuamos de manera enfermiza ante la idea que nos puedan engañar?
Hay que partir por una regla de oro: toda persona es única, libre e independiente.
Esto quiere decir que todos merecemos la libertad de amar plenamente y no estar sujeto a ningún tipo de yugo, incluyendo relaciones tormentosas donde no hay cabida para la paz.
Debemos analizar primeramente como nos sentimos acerca de nosotros mismos, ya que no le podemos brindar a otros lo que no tenemos. Una autoestima baja, problemas de merecimiento, heridas de relaciones pasadas que no han sido sanadas y que lamentablemente le pasan factura a su pareja actual, son detonantes para que una relación llegue a su fin.
Si te sientes de esta manera muchas veces es mejor decir adiós o poner distancia en la relación.
Debes trabajar tu interior, pues desde allí es que encontraras la paz que necesitas para deshacerte de ataduras emocionales que te hacen dudar de todos e incluso de ti mismo/a.
La paz interior se logra sanando poco a poco heridas que no te sirven para continuar, aprendiendo a reconocerse y aceptándote tal y como eres, para que logres trabajar en lo que pueda limitarte. Despídete de tus miedos y temores que lejos de ayudarte son una atadura para tu desarrollo.
Recuerda que la felicidad se consigue cuando te decides a aceptarla.