Para aquellas personas que nacieron con una muy marcada inteligencia emocional (pocos), quizá esto pueda resultar algo ilógico. Te preguntarás ¿Cómo diablos puede alguien obsesionarse con alguien que no le ama? Pero la verdad es que pasa con más frecuencia de lo que se cree. El problema surge a causa de la inconformidad y nuestra natural búsqueda y apego por aquello que es difícil tener.
No es un asunto de trastornos psicológico, sino de naturaleza y carácter primitivo. El hombre es por naturaleza, inconforme, y anhela siempre alcanzar aquello que parece estar más lejos de su alcance. Al hombre le obsesiona la idea de escalar el Éverest, llegar a la luna, viajar por todo el mundo, comprar el auto y la casa más costosa y sofisticada.
Ese tipo de aspiraciones también se aplica al plano de las relaciones. Según Helen Fisher, experta en el tema del estudio de las conductas primitivas humanas, el hombre se obsesiona con aquello que puede traer una recompensa y más cuando alcanzarlo supone un reto. El instinto competitivo del hombre, ese que es propio de los animales para la supervivencia, lo lleva a obsesionarse con lo que parece más inalcanzable, no por el hecho de que le rechace, sino por la sensación de éxito que supondría alcanzarlo.
Cuando decimos “hombre”, nos referimos a especie, ya que esta obsesión es propia de ambos géneros. El estudio fue respaldado con pruebas de neurología y apareció en el 2010 en el Journal of Neurphysiology, donde se concluye que los efectos neuronales de aquellos que se obsesionan con alguien que no les quiere, es muy parecido al que se crea con la adicción a las drogas.
Finalmente, cuando la obsesión no logra controlarse, el hombre puede pasar a un estado vulnerable que le hace propenso a sufrir algún tipo de trastorno emocional, como ataques de ira, angustia y depresión. Es importante superar la adicción a aquello que nos hace daño, teniendo en cuenta que ninguna persona es tan valiosa para merecer nuestro sufrimiento y nadie vale tan poco para merecer humillarse por otro.