Cuenta la leyenda oriental que dice las personas que están destinadas a conocerse tienen un hilo rojo invisible atado a sus dedos.
No importa en donde se encuentren, el hilo se estirará y se encogerá todo lo que sea necesario. Pero nunca, nunca, se romperá.
Según esta creencia, nuestro hilo rojo lleva con nosotros desde nuestro nacimiento y siempre nos acompaña, a pesar de que con los años se enrede y se desenrede de forma puntual.
La leyenda dice así:
“Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino, así que la llamo ante tu presencia. Cuando ella llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo de su hilo que llevaba atado en el meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo.
La búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: “Aquí termina tu hilo”, pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba el bebé, hizo que el bebé se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.
Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda.
Y cuando llegó su futura esposa que entró con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente. Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.”
Llamémoslo destino, pero es un ideal romántico. Esta leyenda está tan arraigada en las culturas orientales, diciendo que existe millones de personas que llevan hilos rojos anudados en sus manos.
Se dice que esta comenzó a popularizarse al conocer que la arteria ulnar conecta el dedo meñique con el corazón, el cual siempre ha entendido como el hogar del amor.
Esta conexión establece los amores profundos y eternos, aquellos con un destino común que nos reflejan que en la vida hay veces que nos encontramos con un antes y un después.