La letra de la canción es lo que creemos entender, pero lo que nos hace creerla o no es la música. (C.Ruiz Zafón)
-No se me ocurre nada. Cero. En blanco. ¿A ti siempre te salen las palabras tan fácilmente?
-Nada de eso. Hay días que me pongo delante de la pantalla, y no sé bien si lo que escribo se entiende, porque ni siquiera sé si me entiendo a mi misma. Otros días creo que algo es bueno, pero luego resulta no serlo tanto…y otras veces, más me valdría no haber ni empezado.
-¿Entonces cómo puedo saber si algo vale la pena?
-Lo sabrás, hazme caso. Toma, lee esto, lo escribí hace un tiempo por algo que ya ni trato de recordar…tal vez te ayude.
Cogí con cuidado su diario. Me daba respeto, me sentía una intrusa, una ladrona apropiándome de unos sentimientos que no eran míos. Pero lo abrí, cuando ella se fue. Era como si me hubiera abierto el corazón de par en par en exclusiva, como una clase magistral de emociones hechas palabras. Era tan íntimo que dolía leer. Pero leí…
(…)
“Escribirás cuando el primer rayo de luz entre por la ventana, cuando este desgastado diario se ilumine con las sombras que un día hubo, cuando las arrugas te recuerden quién fuiste, quiénes fuisteis. Lo harás cuando destapes la cama y no veas nada más que las sábanas vacías. Lo harás cuando la nostalgia envuelva la casa, desde la cerradura hasta el balcón. Lo harás cuando quieras gritar o robarle horas al tiempo. Será entonces cuando escribas. Cuando una película te despierte lo que tenías dormido. Cuando una canción te levante las ganas de camino al trabajo. Cuando cruces torres de recuerdos y consigas cubrirlas con arena mojada o cuando tengas algo mejor que contar que tu propia melancolía.
Escribirás cuando leas en voz baja, cuando saques la cuchara del fondo del plato, cuando quites de una vez el freno de mano y dejes que suenen las ruedas sobre el asfalto. Lo harás cuando nadie más quede, cuando todos se vayan. Cuando recojas los trastos que sobren y veas el polvo correr por el pasillo. Cuando barras las notas del suelo con caricias del pasado o cuando repases las huellas que otros dejaron bajo tus uñas.
Escribirás cuando quieras escribirle, cuando quieras hablarle, cuando quieras llamarle. Escribirás cuando quieras meter dentro de una caja su perfil. Y su sonrisa. Escribirás cuando no haya nada mejor que hacer que pensar en sus cejas despeinadas. Escribirás cuando los trenes no lleguen lo suficientemente lejos, cuando las manos no alcancen más allá de las teclas. Escribirás porque no habrá más remedio que borrar. Y volver a empezar, volver a enfrentarte a una nueva hoja.
Y si no es porque duele o porque quema de felicidad, no escribas. Porque esto no entiende de medias tintas, esto no acepta escalas de grises. Esto es blanco o negro, como él me decía que entendía yo el amor.
Tal vez tenía razón”.
Cuando terminé de leer sentí que lo que había intuido desde el principio era cierto: todas las canciones hablaban de él.
“Pon unas reglas, sigue una norma fija. Llévate bien con los buscadores y publica lo más seguido que puedas. Contenido, queremos contenido…”
Presión. Precisión. Rapidez. Brevedad. Emoción. Visitas. 3, 2, 1…Publicar.
Escribir por escribir. Hace un tiempo me negué a hacerlo, aunque no siempre he sido fiel a ello. Escribir no es tan complejo. A todos nos enseñan en el colegio. Desde la A hasta la Zeta. A escribir se aprende escribiendo, leí curiosamente en un libro para aprender a escribir. Qué cosas, pensé (¡devolvedme mi dinero, malditos farsantes!).
Pero si de primeras es tan sencillo escribir (ya que es algo que se aprende únicamente aplicando el gerundio)…¿por qué nos da tanto miedo la hoja en blanco?
Fuente: La chica de los jueves