Durante el año uno, Oannes, un animal que fue dotado de razón, apareció en la tierra. Todo su cuerpo era como el de un pez, y debajo de su cabeza, había otra, ambas como de pez también. Sus pies, eran como los de un hombre, pero salía de atrás, una coleta de pez. Su lenguaje y su voz eran humanas. Podríamos decir que era una especie de anfibio-humano.
Durante el día, solía conversar con los hombres, y les enseñaba ciencias y letras y cualquier tipo de arte. Les mostró como construir casas, templos y pirámides. Les enseño geometría y principios de arquitecturas necesarios para llevar a cabo, las construcciones más colosales para su época. Tan enormes fueron sus enseñanzas, que hasta el día de hoy siguen siendo usadas, sin necesidad de ser mejoradas.
Esa es la leyenda de Oannes, o al menos, una de las más conocidas. Trata sobre la explicación de un pueblo sumerio, uno de los más antiguos y prósperos de su época. Ellos, según lo que los historiadores saben, pueden ser la primera civilización en reconocer a un “Dios”.
Es tan antigua, que no se sabe de donde vienen con exactitud, su idioma es único y ninguna familia lingüística se alinea con ellos. Solo se sabe que se establecieron en el Golfo Pérsico hace al menos 3 mil años antes de Cristo.
Para los sumerios, Oannes fue la criatura que dotó de conocimientos a la humanidad, entre ellos, la agricultura. Todo esto fue transmitido luego entre los hombres y se basa en uno de los “mitos” antiguos que define a los “dioses”, como seres de otro planeta por su forma física.
Sin embargo, esto no es un caso aislado. Así como Oannes les dio luz a los sumerios, la aparición de los “antiguos astronautas”, teoría que tomó fuerza en plena Guerra Fría, fue otro de esos “mitos” que refuerza la creencia de que, antiguos Dioses, eran en realidad extraterrestres.
Carl Sagan, decidió estudiar esta última teoría, justo a Iósif Shklovski, ambos expertos en el tema, para reflexionar sobre ello de una manera más objetiva. La idea de haber hecho contacto con vida extraterrestre en la Guerra fría y en la época de los sumerios, fue, para ellos, inválida pues según, no había argumentos suficientes para sustentarlo y convertirlo en una verdadera teoría, y solo se quedan como hipótesis.
«No hay datos fidedignos de contacto directo con una civilización extraterrestre en los últimos siglos, cuando se han difundido bien los eruditos ecuánimes y los razonamientos no supersticiosos. Cualquier leyenda de contacto anterior viene gravada con cierto grado de embellecimiento lleno de fantasía, debido simplemente a los puntos de vista que prevalecían en la época del contacto».
A su vez, ambos científicos dan explicación concisa de por qué, al menos estos mitos, son solo mitos y no algo más, en su libro Intelligent Life In The Universe, donde experimentan con un amplio muestrario de leyendas, artefactos y folklore de muchas culturas que, al final, resultan ser parte de un pensamiento colectivo infundado por la fe y creencias, impulsados por la necesidad de creer en algo más grande.
No se descarta por completo que la construcción de grandes obras, como las pirámides, fuera impulsada por inteligencia extraterrestre. Esto es algo polémico y jugoso para los conspiranoicos, pero cuando no existen pruebas duras sobre algo, científicamente está mal teorizar alguna de esas ideas.
Dejarlo a la libre interpretación y que cada uno saque su conclusión hasta haber algo que sea irrefutable, es lo más sano e inteligente.