Asúmelo. Hay gente que quiere que te vaya bien, pero no mejor que a ellos. Este tipo de personas pueden sentir aprecio y cariño hacía ti y podrían llegar a alegrarse por tus logros. Eso sí, siempre y cuando no consigan superar los suyos propios.
Este fenómeno de alta frecuencia se puede dar en muchos ámbitos: entre compañeros de trabajo, entre miembros de una misma familia, dentro del grupo de amigos e incluso en la pareja. Ahora pensarás, ¿cómo es posible que esto pueda ocurrir entre personas que supuestamente se quieren?
Te cuento. El mundo está lleno de personas que se alegran cuando las cosas no van bien. Desgraciadamente, son muchas las personas que no aguantan el éxito de quienes conocen y prefieren hacerles de menos o ignorar el momento estelar en lugar de de compartir la celebración.
La trampa de la presión social
Está claro que no podemos ser inmunes a cualquier tipo de presión social. Somos seres que vivimos en sociedad y, como tal, es normal que en algún momento sintamos “presión” por las opiniones o expectativas de aquellos que nos rodean.
Veamos una situación tipo. Le estas contando a alguien de “tu confianza” alguna de tus metas o ideas, algo que tiene buena pinta, que apunta maneras y para lo que tienes el carisma de sobra para llevarlo a cabo. Es frecuente que esa otra persona no muestre excesivo interés, que no te anime a llevarlo a cabo o que directamente trate de quitarte la idea de la cabeza.
Cuando habita en tu interior el miedo al rechazo o la idea de cumplir las expectativas de los demás, solo buscarás agradar. Justo después estarás permitiendo la creación de un círculo vicioso como el que sigue:
1.Busco que los demás aprueben mis expectativas. 2. Si no las aprueban dejo de hacer aquello que quiero de verdad (pues me creo la idea de que aquello que deseo “es absurdo”). 3. Mi autoestima disminuye y con ella mi amor propio. 4. Vuelvo al punto 1 ya que, al tener baja autoestima, sacrifico mis opiniones para adoptar los criterios de los demás.
Los amigos tóxicos
Aprende a interpretar este tipo de situaciones, de manera que refuerces tu capacidad para resistir a la trampa. Ten por seguro que la envidia de un amigo o de cualquier ser querido que habite a tu alrededor puede ser más dañina que el odio de un enemigo.
Un amigo que trate de eclipsarte es un amigo que quiere controlarte, y un amigo que quiere controlarte es presa de la envidia. Y, ¿por qué esta envidia? Puede ser por diferentes motivos: tu relación con otras personas, tus ideas, tus aspiraciones etc.
En mi opinión, la palabra “tóxicos” debería ser un adjetivo incompatible de la palabra “amigos”. El antídoto para la toxicidad entre compañeros y amigos es aprender a acompañar y celebrar los éxitos de los que te rodean, empezado por tus amigos y familiares.
Aprende a brillar sin sentirte mal
A ti que no te conozco (o sí), déjame decirte que hay personas que cuando entran en una habitación es como si se encendiese una luz. Y lo son, entre otras cosas, porque son gente humilde que han aprendido a admirar a los demás sin sentirse amenazados.
Deja de caminar por la vida como una maleta tomando malas decisiones para agradar al resto. Aprende a desoír al mundo y a oír más lo que está dentro de ti. No permitas que nadie destruya tu originalidad y tus aspiraciones (aunque te hagan creer que son absurdas).
No consientas llevar a cabo proyectos mediocres o que no quieres en realidad solo porque alguien de “tu confianza” te haya hecho dudar de tus fortalezas. No pagues el elevado precio de convertirte en alguien artificial para conseguir el hueco que ya mereces como eres.
Fuente: La mente es maravillosa