Quizá, para las mentes más pasivas, el título pudo sonar un poco egoísta. Pero no existe egoísmo en querer recibir cariño y más, cuando se está dando el corazón entero. La felicidad no es un acto altruista donde uno se entrega por completo y “se llena” de buenas acciones. Recibir es la manera de saber que lo que estamos dando, está siendo bien recibido y que por lo que hacemos existe una consecuencia y una reacción acorde a nuestra entrega. En otras palabras, la felicidad es una acción recíproca.
“La mejor manera de encontrarse a uno mismo es perderse en el servicio de los demás.”
Mahatma Gandhi.
Gandhi habla sobre el dar como un acto humanista y noble donde uno puede sentirse realizado. En eso no hay duda, pero no podemos confundir este tipo de corrientes del pensamiento con el asunto de las relaciones personales. Gandhi habla sobre el tema de vivir para los demás, los más necesitados y de manera humilde, cuestión que no aplica del todo cuando se lleva al plano de las relaciones afectivas y personales, donde el dar debe responderse con un recibir.
El corazón quizá no deje de amar a quien da poco, pero si se cansa. Dar mucho y recibir poco es acto exhaustivo, y la mejor manera de que uno no se canse de ello es que se dé en la misma medida que se recibe.
Por otra parte, Adam Grant, un psicólogo autor de “Dar y Recibir”, habla sobre la búsqueda de la armonía personal. Dicha armonía se ubica justo en el centro de aquella costumbre de solo dar o solo recibir. Hay que buscar un punto de equilibrio entre ambas para que el “espíritu” pueda sentirse pleno y satisfecho.
Obviamente, recibir no es algo que dependa de nosotros, y es ahí cuando debemos saber usar nuestra libertad de elección, para escoger a la persona indicada que esté dispuesta a buscar el equilibrio contigo, dándote lo mismo que tú le das.
Aceptamos el amor que creemos merecer.
Es necesario saber lo que merecemos. No podemos pretender esperar que alguien nos ofrezca siempre todo un universo cuando nosotros no hemos dado ni un grano de arena. Tampoco debemos enfocarnos en esas personas que nos generan malestar con su indiferencia. Debemos solo buscar el amor que creemos merecer, ese que no nos hace sentir que nos falta algo, que no nos roba la libertad y que nos ofrece calma ante todo con su presencia.
Aceptemos el amor que nos hace sentir en equilibrio y al que damos en la misma medida que recibimos.