A pesar de que una persona intente, o haga el mayor esfuerzo por hacer las cosas bien, la sociedad jamás estará contenta. Por tal razón, lo mejor es no hacer caso a las opiniones o comentarios de los demás, y menos si nuestra vida no es de incumbencia.

Solo debemos seguir nuestro instinto, hacer lo que nos provoque, siempre y cuando no perjudiquemos a los demás. Intentarlo siempre, no rendirse, retomar el camino una y otra vez si es necesario, y que nadie nos diga lo que sigue en nuestra vida, que nadie nos imponga nada.
Es por ello que, en el presente articulo, presentamos la historia del supuesto calvario que vive una mujer sin hijos a los treinta (30) años, o como la sociedad cree que sin un bebé, no está completa.
“Como muchas otras, seguramente, terminé de pagarme mis estudios yo sola, tuve un trabajo justo como el que deseé toda mi vida, lo conseguí por mí misma, con mi esfuerzo, sacrificándome, sin pedirle favor a nadie y la sociedad seguía pensando que algo me faltaba; luego llegó el novio, un hombre bueno pero no perfecto, era feliz, me amaba, pero la sociedad seguía empeñada en asegurar que algo me faltaba.
Me junté, sí preferí probar y conocer a mi pareja para estar segura de que era el indicado, y la sociedad no se puso contenta, en particular mi tía la que se jacta de ir a la iglesia, esa cómo insistía en que aún me faltaba más.

Llegó el momento de casarme y no, la sociedad siguío consternada, segura de que a pesar de que todo en mi vida era paz y calma, estaba incompleta, algo me faltaba.
Desde hace tiempo, hay una pregunta que constantemente me hacen muchos, por no decir, todos: ‘¿Y para cuándo los hijos?’. Creo que sale de sus bocas incluso antes de saludarme o decir buenas tardes.
Tengo treinta y dos (32) años, y no, no me falta nada, estoy tan completa como aquellas que han decidido no tener pareja, como aquellas que han elegido esperar al indicado, aunque eso les tome tiempo, como todas las valientes que han decidido ser madres.
La sociedad no se ha dado cuenta que mientras ellos le ponían peros a mi vida y descuidaban la suya, yo sonrío, me siento llena, y estoy totalmente segura de que lo que tenga que ser, será.
No han entendido que cada vez que me dicen que le apure con los hijos, porque si no quién me va a cuidar cuando esté vieja, lo único que logran es que me ponga a evaluar si en realidad tener hijos es un acto de amor o un simple miedo a la soledad, un poco de vanidad y hasta de egoísmo.

Deja que mi reloj biológico avance sin detenerse si lo quiere hacer, así me siento completa”.