¿Por qué somos así? ¿Por qué necesitamos que alguien nos parta a la mitad para comprender que, con el corazón, no siempre se toman las mejores decisiones?
Esto no es un intento de martirizar el amor o crucificar a cupido. Cerrar el corazón no significa dejar de creer en el cariño ajeno o el propio. Cerrar el corazón significa empezar a amar inteligentemente, dejar que el corazón sienta, pero permitir al cerebro tomar las decisiones importantes.
Justo ahí radica la naturaleza de nuestras peores decepciones, en la entrega ciega e inmediata a aquellos que, con palabras bonitas, prometieron bajarnos la luna y las estrellas, a aquellos que nos llenaron el corazón de promesas sin futuro y a aquellos que no dudamos en decir “te amo” apenas cuando le estábamos conociendo.
No te preocupes, esto es algo por lo que todo el mundo pasa, seguro ya lo has escuchado. Entonces ¿Por qué hablar de un tema tan trillado?
Porque el objetivo de este artículo, no es explicarte una obviedad, sino advertirte que, el mayor error de la gente, no está en esa primera, segunda o tercera entrega fallida que terminó en decepción. El mayor error de la gente está en no aprender de ello, en no quitarse la venda de los ojos y cerrar el corazón cuando esto sucede.
Porque en el asunto de amar, muchos son necios. No les gusta aprender y quieren vivir en un eterno mundo de fantasías donde los príncipes azules aún existen.
Amar inteligentemente y con el corazón cerrado, se trata de ver bien los defectos de aquel que tienes al lado y poder tomar la decisión de aceptarlos o no.