Humillación. El hábito preferido de los débiles que quieren aparentar ser fuertes.

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La vida es un universo, envuelto en toda su existencia. Y exactamente la vida para ser vivida debe ser así, para vivir debemos toparnos con todo, con cosas buenas y malas, mejores y peores.

Experimentamos de todo y aprendemos constantemente, así como enfrentamos sucesos, también nos encontramos con personas que pueden hacernos ser mejores personas o con seres que en su propia inseguridad y sufrimiento, lastiman a los demás, muchas veces en su propia ignorancia ante la esencia de la vida, pues nadie sale ileso de sus acciones.

Nadie esta excepto de nada, todos estamos expuestos a las múltiples situaciones de la vida, entre ellas, se dice que la probabilidad de hacer mal se encuentra cien veces al día; la de hacer bien una vez al año.

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Pero, si bien cierto, que por diversas situaciones nos podamos ver obligados a cometer algo malo, está en nosotros si lo hacemos o no, todo lo que hacemos es nuestra decisión, la vida no nos obliga a nada, porque, aunque no sean evidente o claros, siempre hay varios caminos que tomar.

Sin embargo, lamentablemente en la vida aún quedan personas que justifican sus malas acciones, las que equivocadamente confunden la autoridad con el poder y el abuso, incluso llegan a pensar que están en lo correcto, traspasan la sutil línea de la humildad y se desbordan en la búsqueda de un respeto externo que no es más que la carencia de respeto a sí mismo.

A través de la práctica de malas acciones, se adquiere un “poder” sobrevalorado, un ego crecido en el interior de la persona que lo practica, trayendo consecuencias, afectando a los demás, pero, a largo plazo, el más afectado es esa misma persona, esa que plica la maldad envuelta en humillaciones y malas acciones.

Pues, cuando se humilla a alguien más, se está atentando contra sí mismo, porque en realidad nada nos separa del resto del mundo, somos esencialmente iguales, únicamente las capacidades varían, en torno a potencialidades, que en cada quien brillan de distinta manera, pero pretender oscurecer las virtudes ajenas enalteciendo sus defectos, no es más que la necesidad propia de aceptación.

Colocar a los demás en situación de desventaja, aprovecharse de alguna fortaleza, disminuir su estima y cualquier acción que haga desmerecer a un tercero, no es más que ser miserable.

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No hace más fuerte el exponer las debilidades de los demás, ni aprovecharse de una situación de ventaja, cuando se toman estas acciones, parece olvidarse que la vida todo lo devuelve, todo es causa y efecto y lo que se haga hoy es lo que se recogerá mañana.