Cuando se ama, uno quiere dar todo de sí mismo aún a costa de la propia tranquilidad. Y es que el bienestar del ser amado está por encima de cualquier cosa, pues nos supone una gran alegría verle siquiera sonreír.
Es por esto que hoy decido darte todo, aunque me muestre vulnerable ante ti, aunque con eso puedas terminar haciéndome daño o, como yo espero, valorándome como yo lo hago contigo.
Hoy es el día en que mi confianza es tuya, mis sueños se volvieron un asunto de dos y mis decisiones te involucran de una y otra manera. Me he puesto la venda en los ojos porque no tengo duda de que me guiarás como necesito, y yo a ti.
Por favor extiende tus manos y acéptalo, ya que es muy valioso para mí. Ahora que eres la luz de mis ojos no puedo negártelo por más tiempo. En tus manos yacen mis debilidades y mis fortalezas, mis tristezas y mis alegrías, aquello que me aterra y lo que me estimula a seguir adelante… todo está iluminado para ti.
A partir de este momento todo mi cariño, mi disposición a hacer las cosas bien, mi conocimiento, mi tiempo y mi interés están para ti, dispuesto todo a hacerte feliz y no a sofocarte.
¿Lo aceptarías?