Hoy te lloro nuevamente, amor de ayer. Te lloro menos que antes, pero te siento más hondo, más profundo dentro de mi corazón. “¿Por qué sigues llorando por él?” Me critican algunos, pero es que no puedo evitarlo: fue muy sentida tu pérdida y jamás conoceré a alguien más como tú.
Pensar que fue mi culpa me conmueve aún más. Si tan sólo hubiera sido medianamente sensata y comprensiva. En ocasiones, en momentos de reflexión, me pregunto, “¿Por qué fui tan malévola con él? ¿Por qué le hice tanto daño, cuando él simplemente me entregó su corazón abierto?” Ahora la estoy pagando, amor mío, y me duele sobremanera que estés con alguien más…
Debo aprender a olvidarte, pero tanto me cuesta, que no sé si podré lograrlo. Porque dejaste una marca en mí e hiciste la diferencia en mi vida. Fuiste el primer hombre que me respetó, la primera persona que me entregó su cariño genuino y demostró un interés verdadero en mi bienestar. Fuiste mi primer amor, mi primer todo, y ahora te extraño tanto…
Sé que no volverás a mí, me lo dejaste bien claro, de forma muy tajante. Así que no me queda más que seguir llorando y lamentándome por tu partida. Mas espero que algún día puedas perdonarme, y que estas lágrimas no caigan en vano.
Espero que algún día te des cuenta que, al final, siempre te amé muchísimo, pero no sabía cómo demostrarlo. Fui inmadura y cobarde, sí, pero desee de veras que estuvieras mejor. Qué pena que por mis errores provoqué tu partida. No obstante, aunque te fuiste de mí, tu recuerdo sigue aquí, a mi lado.
Vete y sé feliz con ella, amor mío. Mientras tanto, yo seguiré aquí, llorándote, hasta que el sueño venza mis deseos de llorar. Porque la tristeza se hace infinita cuando el sufrimiento toca la puerta, y el arrepentimiento te recuerda lo que los errores te hicieron perder…