Empecemos el día con esta pequeña reflexión. En todo ámbito de la vida, hay que hacernos responsable de lo que decimos y lo que hacemos. Eso determina el ancho de tu moral y dignidad. Quien no se responsabiliza de sus propias acciones, se gana la fama de no ser alguien confiable y digno de escuchar.
Por otra parte, parece que con el pasar del tiempo, las personas se hacen más susceptibles, más irritables y tienden a querer entrar en conflicto por lo más mínimo. Esto, al mismo tiempo, hace que las personas pierdan la agudeza del entendimiento, y escuchar o entender mal, las palabras del otro, se ha vuelto casi una profesión.
Tu calidad humana no se mide por lo que interpreten los demás, sino por las intenciones reales de lo tus palabras y acciones. Es por eso que debemos hacernos dueño y responsable de cada vocal que salga por nuestra boca, porque cuando debamos rendir cuenta a alguien por lo que hemos dicho, solo nosotros tenemos la potestad de defender nuestra opinión, haya sido acertada o errada.
Si nos desprendemos de esta responsabilidad, cualquier puede poner palabras en nuestra boca, porque no tendremos la autoridad moral para defender lo que de ella haya salido.