¿Has sentido como algo martilla tu pecho?
¿Has sentido como algunas cuerdas se desprenden ahí, donde debe ir el corazón?
¿Has sentido como se te acaba el aire, esa sensación de asfixia y desespero?
Eso, amiga mía, se llama corazón roto, pena del alma y desamor.
Cuando te enamoras, hay una sensación parecida, pero seguida de un buen presentimiento.
Hay algo que te dice que, eso que sientes ahora, no es dolor, sino nervios y excitación porque estás a punto de entregar una parte importante de tu vida.
Y así ocurre. Lo envuelves en hojas de regalo y lo entregas en las manos de aquella persona que creías iba a valorar tu corazón.
Vas camino a su casa, tocas el timbre y se lo das con un beso, un abrazo y un “te amo”.
Al principio se siente fantástico. Se siente casi como si hubieses cumplido con una responsabilidad.
Dejas que él, tal cual como un niño abre su regalo en navidad, se deshaga de los artificios que lo envuelven.
Quita la piel, y empieza a escarbar entre las hojas de papel, hasta llegar a tu corazón.
Ahora, le pertenece, es suyo y comienza, de manera muy agradecida, a darle todo el amor que se le es posible.
Pero pasan los días, y el niño se cansa de verlo como un artefacto delicado.
Se aburre de él, y ya no le ve utilidad.
Lo deja tirado por doquier, y hasta juega con él, sin cuidado de lo que pueda romper.
Y es ahí, donde empiezas a sentir como el corazón se te parte.
Intentas arreglarlo, explicándole que le diste lo más valioso que tenías, pero a él no le interesa eso, ya tiene otro corazón nuevo que ha cautivado su atención.
Te cuesta aceptarlo, pero vas a recoger los trocitos de corazón que quedaron tirados en el piso.
Intentas reconstruirlo, incluso, tratas de envolverlo de nuevo con tu piel… Pero ya es tarde.
Por mucho que intentes arreglarlo, se le notan las muecas, las cicatrices y las grietas.
Es ahí, cuando te das cuenta que tu corazón ya no late como antes. Ya no tiene el mismo color y cualquier toque, cualquier pequeño tropezón, puede desarmarlo de nuevo. Es ahí, donde sientes que te duele el alma, donde sabes que ya no podrás regalar el corazón tan fácilmente, y donde solo te queda aceptar que al próximo que se lo des, debe esforzarse muchísimo antes de que tú, llena de dudas, decidas envolverlo de nuevo, y tocar su puerta, donde otro supuesto merecedor, recibirá tu corazón.