Si eres de esas personas que dejó de creer en el amor porque algún pendejo con bajo coeficiente intelectual, no supo cómo funcionaba el tema de la entrega y el sacrificio en una relación, entonces esto es para ti.
No es un poema y tampoco un regaño, es solo una reflexión. Vemos con preocupación cómo la sociedad, martiriza el concepto del amor, lo coloca en una cruz y lo juzgas con todo el peso de la ley moral. Eso después de haber excluido de su vida a la persona que les hizo tener dicho juicio.
Empezamos a dejar de amar, como si eso fuese a librarnos del mal, de nuestro error de elección y de las personas que están dispuestas a dañarnos. Si bien es cierto que, en el amor, somos más vulnerables, no es el amor en sí mismo lo que nos hace daño. Lo que nos lastima son las personas que no entienden cómo funciona el amor.
Nuestra intolerancia debe dirigirse a la búsqueda del amor fácil, el amor sin alas. El amor que se entrega a la primera sin muestra de un afecto real que nos haga decir, “Sí, esto tiene pinta de que va a durar”.
Nuestra prisa por conseguir alguien que nos ame, se debe a nuestra falta de valorización de la soledad. Nos aterra estar sin nadie a nuestro lado. Hay una fobia existencial sobre la soledad, sustentada en nada, sin un motivo real que la provoque más que el “Me da miedo estar sola”.
Dejemos de llamar amor a cualquiera que se nos cruce por el frente solo porque necesitamos abandonar la soledad. En otras palabras, no ames cuando te sientas solo, ama cuando te sientas listo. Esto te evitará muchos dolores y, en definitiva, salvará tu concepto del amor, el cual no tiene la culpa, ni de tus malas elecciones, ni de las malas acciones de las personas que buscan hacerte daño.